CRONICA DE CRACOVIA Abril 2018
Once de abril,
2018. Desde el Aeropuerto de Noain-Pamplona, María Ayestarán, Mari Paz Ciérvide, Julita Esparza, Bárbara Esteban, Ana Mari
Flamarique, Mari Carmen Lapuerta, Charo Lecumberri, , Rosa Mari San Juan y yo, (riguroso orden alfabético por
apellido) dejamos nuestras casas, nuestras gentes y una Pamplona, con aspecto
totalmente invernal y en la que dos de cada tres días y durante muchos días, ha
sido necesario el uso del paraguas y cuyos
árboles todavía escondían sus mejores galas,
sus hojas. Afortunadamente, no nieva, nuestro piloto “gafe” debe andar
volando por otros pagos…
Notamos que
nos falta… no algo, sino alguien…, no vienen Atxen, Tere, Inma, Trini, Ana Luisa, Aurora,
Rosa Mari Olagüe, Eva, Alicia… Chicas se os quiere, se os recuerda, se os echa
en falta, el año que viene queremos que vengáis.
Para situarnos
empezamos contando algo de la historia más o menos reciente de Cracovia, que es prácticamente la historia de Polonia. Polonia,
como el Guadiana ha aparecido y desaparecido en numerosas ocasiones. Tras los
repartos de Polonia del siglo XVIII, Cracovia, pasó a manos del Imperio
Austríaco. En 1809 fue incorporada al fugaz Gran Ducado de Varsovia
("protectorado" o estado satélite del Imperio francés creado por
Napoleón Bonaparte). Tras ser derrotado Napoleón y efectuado el Congreso de
Viena en 1815, la ciudad de Cracovia y su entorno formaron la Ciudad Libre de
Cracovia en 1846. La Ciudad Libre de Cracovia fue nuevamente anexada a Austria
y luego al Imperio austrohúngaro. Bajo la dominación austríaca Cracovia se
transformó en el principal centro cultural polaco.
Al finalizar
la Primera Guerra Mundial resurge la Polonia independiente, la entonces
denominada Segunda República Polaca que existió entre 1918 y 1939.
Comenzada la
Segunda Guerra Mundial, Alemania invade Polonia, en septiembre de 1939, y la ciudad se convirtió en parte del Gobierno
General Nazi, una región administrativa especial dentro del territorio de la
Alemania nazi, y desde el 4 de noviembre de 1939 se convirtió en su capital. La
jefatura del Gobierno General estuvo
ostentada por Hans Frank, que tenía su cuartel general en el Castillo de Wawel.
Los nazis
imaginaron convertir Cracovia en una ciudad completamente alemana, eliminando
para ello a todos los habitantes judíos y polacos, renombrado lugares y calles en
un intento de presentarla como una histórica ciudad alemana. Más de 180
profesores universitarios y académicos fueron arrestados y enviados a los
campos de concentración. La población judía primero fue confinada en un gueto,
en el que muchos de ellos murieron por enfermedades e inanición. Aquellos que
sobrevivieron fueron más tarde asesinados o enviados a campos de concentración.
Después fueron
las fuerzas soviéticas, entraron en la ciudad el 18 de enero de 1945 y
comenzaron a arrestar a aquellos polacos leales al Gobierno polaco en el exilio
y a los colaboracionistas pro-nazis. Después de la guerra, la comunidad
intelectual y académica de Cracovia quedó bajo el control de las nuevas autoridades
de la República Popular de Polonia. El gobierno comunista ordenó la
construcción de la mayor planta siderúrgica del país, la planta de acero
“Lenin” en un barrio de nueva creación,
Nowa Huta.
El círculo
vicioso fue interrumpido por la elección en 1978 de Karol Wojtyła como el papa
Juan Pablo II, que fortaleció la oposición al comunismo en Polonia. A inicios
de agosto de 1980, el electricista Lech Wałęsa funda el sindicato independiente
Solidarność (Solidaridad). Con las reformas de Mijaíl Gorbachov en la Unión
Soviética, la cada vez mayor presión de Occidente y el malestar continuo, los
comunistas fueron forzados a negociar con sus oponentes, lo que llevó a la
participación de Solidaridad en la elecciones de 1989; la sorprendente victoria
de sus candidatos despertó una sucesión de transiciones pacíficas del gobierno
comunista. En 1990, Jaruzelski renunció como presidente de la República de
Polonia y fue sucedido por Wałęsa, ganador de las elecciones de diciembre de
1990. Desde entonces, Polonia está viviendo seguramente el proceso de
independencia más largo de su historia
En 1978 la
Unesco añadió por primera vez la ciudad vieja de Cracovia a la lista de sitios
declarados Patrimonio de la Humanidad.
Y a esta Cracovia libre y democrática dirigimos
nuestros pasos. “Las cosas que no se
saben son las que convierten la vida en algo fascinante” diría la polaca, Premio
Nobel de Literatura en 1996, Wislawa
Szymborska, y vamos a Cracovia a “saberla”, a “conocerla”… pero ¡tranquila
amiga Wislawa! nos quedan todavía tantos
lugares por conocer, tantas cosas por saber… que confiamos no defraudarte,
seguro que la vida seguirá siendo algo fascinante para todas nosotras ya que, ”
no viajamos para escapar de la vida, viajamos para que la vida no se nos escape”.
Un hombre,
entre todas las mujeres, Javier, móvil “en
ristre”, da testimonio gráfico de nuestra partida. Cerramos nuestro
paraguas que, prácticamente, no
volveremos a abrir hasta nuestra vuelta a Pamplona. Pamplona-Frankfurt;
Frankfurt-Cracovia. Excelentes asientos, los mejores diría yo, y excelentes
vuelos.
El Hotel
Campanille es sencillo, pero su ubicación es magnífica, en pleno “Planty” y a
tres minutos de la Plaza Mayor. Check in, dejar maletas y a la calle. Visitar
la que en su día fuera la capital del país es descubrir una ciudad llena de
vida y, a su vez, sumergirse de lleno en uno de los capítulos más oscuros de la
historia del siglo XX . Calle Tomasza, calle Florianska y… Oh my God¡¡¡ la
belleza antes nuestros ojos. La Plaza Mayor o Plaza del Mercado.
La Plaza Mayor
es el centro neurálgico del Casco Antiguo de Cracovia. Rynek Glowny, que así se
llama en polaco, es el corazón de todo:
la mayor plaza medieval de Europa (40.000 metros cuadrados) y hay quien dice
que la más bella, (yo no lo tengo tan claro). A lo largo de los siglos ha sido
el lugar elegido por los comerciantes y un impasible testigo de numerosos
acontecimientos, tales como ceremonias, celebraciones y ejecuciones públicas,
llegando incluso a adoptar el nombre de Adolf Hitler Platz durante la ocupación
nazi, según nos dijo Victoria, una de nuestras guías.
En el centro de la plaza, El Mercado de los
Paños (Sukiennice). La Basílica de Santa María (como la de Tafalla), con sus
dos torres de ladrillo, cuadradas y asimétricas, una más alta que la otra, la
Torre del Ayuntamiento, la pequeña iglesia de San Adalberto, el monumento a Adam Mickiewicz, poeta polaco
romántico del siglo XIX, destruido
durante la ocupación y reconstruida posteriormente.
Entramos en la
pequeña Iglesia de San Adalberto, construida en el siglo XI, es una de las
iglesias más pequeñas y más antiguas de Cracovia, En el altar principal se
encuentra la imagen de la Virgen María. Es una copia del ícono bizantino de
Nuestra Señora Salus Populi Romani, que se encuentra en Santa María la Mayor,
de Roma y que, ya no recordamos, pero vimos…. Todas las tardes, hay pequeños
conciertos en la pequeña Iglesia.
Son casi las
nueve de la noche y está abierta. El Santísimos en su Custodia está expuesto
como si fuera un día grande y hay gente haciendo sus oraciones. Tal y como nos
dijo Victoria Polonia es un país católico que sin embargo ha heredado una rica
y compleja tradición de tolerancia, de coexistencia secular de distintas
religiones, naciones y culturas. Ello se debe a varias razones entre las cuales
hay una muy importante: en Polonia nunca hubo guerras religiosas.
Es hora de
cenar. La noche es espléndida y la gran Plaza se tiñe de colores y luces suaves.
Dieciséis grados de temperatura, invitan
a cenar en una de las numerosas terrazas que rodean la Plaza, pero están todas
llenas. En Cracovia el 20% de la población lo componen estudiantes, así que ese
ambiente joven se masca en cualquier rincón y a cualquier hora del día o de la
noche, especialmente cuanto el fin de semana se acerca, y no es fácil encontrar una mesa libre para
nueve personas… Cenamos pues en El “Sioux” y me diréis: ¿Qué pinta el nombre de
una tribu de indios americanos en el epicentro de Cracovia? No lo sé.
Descendemos dos o tres pisos bajo tierra (en el subsuelo de Cracovia hay otra
Cracovia que es interesante visitar) y entre máscaras y sombreros de vaqueros o
penachos de plumas de indios y calaveras de vacas o corderos, cenamos, bien y
barato, 113€, 12€ por persona.
Hay que
madrugar mañana, a las 10, desde la
torre Barbacana (Barbakan) parte el “Free Walking Tour”, una empresa con guías en muchas lenguas que hacen a pie diferentes
recorridos por la ciudad al módico precio de “cero Zlotys”, se paga solo la
voluntad. Absolutamente recomendables, hicimos dos: “Casco Antiguo de Cracovia”
y “Cracovia Judía” y nos quedamos con la pena de no hacer los de “Cracovia Macabra”
y la “Ruta de Tapas”, sí, sí, la Ruta de Tapas. Nuestras “tapas” o “pintxos” han
cruzado fronteras … recordad que en Venecia, también existía la ruta de los
“cicheti” o “tapas”...
Nos espera un
día magnífico. Día con sol y alcanzaremos 26º. Llegamos puntuales al punto de
encuentro, a la Torre Barbacana y lo
hacemos por el “Planty”, un agradable y bonito anillo verde que rodea todo el
casco antiguo de Cracovia y que constituye un importante pulmón verde para la
ciudad. En realidad, Victoria, nuestra guía, nos comentó que se hizo a finales del siglo XVIII con una fuerte oposición de parte de la
población. Construido sobre las antiguas murallas de las que quedan únicamente
en pie la Puerta Florianska, un pequeño trozo de muralla junto a dicha puerta,
y la Barbacana, una estructura defensiva de ladrillo del siglo XV. El Planty
empezaba a mostrar su primavera,
numerosos “magnolios caducifolios”, (que no almendros en flor, como pretendía
Eva) lucían sus flores rosas en todo su esplendor, multitud de hermosos arbustos de un amarillo
intenso de los que he averiguado su nombre, creo que se llama Forsitia, también
caducifolios … y todo el sendero poblado de bancos (algunos con placas que
recuerdan a cracovianos ilustres), para entretenimiento y solaz de turistas y
lugareños. El Gran Teatro Slowacki está en el Platy.
Continuamos la
visita por la calle Florianska, probablemente la calle más famosa y comecial de Cracovia y también de toda
Polonia. Llena de restaurantes, cafeterías y tiendas, que comienza en la Puerta
Florián y termina en la Plaza del Mercado. Alguna vez fue parte de la Ruta Real
por lo que se la llama también Calle Real. Por la noche la calle se llena de
música que protagonizan músicos callejeros; esa noche, actuó para nosotras un
grupo de gitanos, con gitanillo incluido, que al ritmo de Baby, Baby, Baby…
acabaron contagiando a cuantos paseábamos por la calle, creando todo un
espontáneo orfeón y salón de música y baile.
A lo largo de la calle se puede ver la Casa Matejko, un pintor cracoviano del
siglo XIX, en la que hay un pequeño
museo (al que no entramos). En el número 45 está la cafetería Jama Michalika,
lugar de encuentro de artistas y periodistas en los siglos XIX y XX.
Florianska, ya
lo hemos dicho, desemboca en la Plaza
Mayor. Cuantas más veces entras en ella, más bella la encuentras. Como hemos
comentado, la Basílica de Santa María, junto a la Torre del Ayuntamiento, la
pequeña Iglesia de San Adalberto y La Lonja, o el Mercado de los Paños forman
un perfil único. Visitamos, como no podía ser de otra manera, Santa María. Sus
dos torres, de ladrillo rojo, asimétricas tienen su historia; la más alta, rematada por una serie de
pináculos y una corona y desde ella, el hejnał mariacki ejecuta el famoso toque de trompeta que suena
cada hora en directo (día y noche, nos dijeron)
en memoria de un trompetista medieval que murió abatido por el enemigo
cuando tocaba la señal de alarma avisando a la población del ataque de los
tártaros. La melodía acaba abruptamente, probablemente como cuando en su
momento, dejó de sonar al morir el trompetista.
El día de la
visita, al dado del despacho de venta de los tickets, que por cierto, compramos
clase “senior”… había un grupo de bomberos que, al terminar la actuación del
trompetista, aplaudió efusivamente. Nos
comentaron que son ellos, los bomberos, los que actualmente se relevan para
efectuar desde lo alto de la torre el toque de trompeta. También había un grupo
simpatiquísimo tres matrimonios de Alicante y como éste, se produjeron
numerosos encuentros por Cracovia.
En el interior
de la Iglesia destaca especialmente la mayor joya: el magnífico retablo del maestro escultor de Nüremberg, Veit Stoss, del
gótico tardío (S.XV), dedicado a la Virgen María, con más de 200 figuras
talladas. Un inmenso Crucifijo cuelga de lo alto de la bóveda con los brazos extendidos
de lado a lado de la nave central; numerosas capillas laterales. Sorprende la
intensa decoración y pintura de los muros que quizás llega a abrumar un poco,
acostumbrados como estamos a la pureza de la piedra en nuestros templos. La pintura de los muros es muy posterior y fue
realizada por Jan Matejko a finales del siglo XIX
Hay más cosas
curiosas que contar acerca de la Iglesia. Cuenta la tradición que la
construcción de las torres fue encargada a dos hermanos. Mientras que el
hermano mayor avanzaba a buen ritmo con la suya y logró coronarla en poco
tiempo, el pequeño avanzaba muy despacio. Tal fue su envidia que una noche,
decidió acabar con la vida de su hermano y arrojar su cuerpo al Vístula.
Algunas versiones cuentan que poco después, arrepentido, confesó el crimen
desde lo alto de su torre y se suicidó. Ningún otro constructor quiso terminar
la segunda torre y finalmente se decidió rematarla tal como estaba, a menor
altura que la primera. Todavía en uno de los arcos del Mercado cuelga el arma
del delito, el cuchillo ya oxidado por el paso del tiempo…
Siguiendo
nuestra visita, llegamos al Collegium Maius de la Universidad Jagellónica de
Cracovia, el edificio más antiguo de la Universidad. El Collegium se erigió
alrededor de un gran patio central, utilizando principalmente ladrillos rojos para dar forma al estilo gótico tardío que
impera en todo el recinto. Entre sus más ilustres alumnos se encuentra Nicolás
Copérnico, astrónomo polaco, defensor de la “Teoría Heliocentrista”, por la que
llegó a la conclusión de que la Tierra y los demás planetas giraban en torno al
Sol. Una de sus más conocidas frases “En
medio de todo está el Sol. Pues, ¿quién en este bellísimo templo pondría esta
lámpara en otro lugar mejor, desde el que se pudiera alumbrar todo?”. La
teoría de Copérnico sería apoyada por el toscano Galileo Galilei. También estudió
en ella Karol Wojtyla, más tarde conocido como papa Juan Pablo II.
A destacar el
reloj del patio en el que, cada dos horas (las impares, por cierto) salen al
ritmo de una música tradicional polaca figuras de madera que representan a
algunos de los personajes más ilustres de la historia de la universidad. No lo
vimos en pleno funcionamiento pues, a pesar de que entramos al pario en más de
una ocasión, nunca coincidimos con el horario establecido. En la actualidad en
el Collegium Maius, se celebran actos universitarios, como la investidura de doctores “Honoris Causa”
(coincidimos con una) y tiene importantes archivos históricos, así como una
destacada biblioteca y el famoso Globus Jagellonicus, uno de los globos más
antiguos del mundo (he leído por ahí que es el primero en el que aparece representada
América).
Y del
Collegium Maius, pasando por el Arzobispado de Cracovia, en el que se encuentra
la famosa ventada desde la que Juan Pablo II daba sus discursos cuando era
Cardenal, y por la Iglesia de San
Francisco de Asís, que visitamos, con su magnífica sillería del coro y la
exuberante policromía que decora sus muros en la que pudo intervenir el pintor
Jan Matejko, nos encaminamos a la Colina de Wawel.
A las orillas del Vístula, junto a uno de sus
meandros. 24ºC animan a desprenderse de alguna ropa y ahí están chicos y chicas
y no tan chicos y chicas en las riberas de cuidadísimo césped, tomando el sol,
y algunos valientes haciendo compañía dentro del agua a una familia de cisnes.
La colina la comparten prácticamente el Castillo y la Catedral. Tras subir la
empinada cuesta sacamos los tickets (la entrada es libre pero para determinadas
zonas, hay que pagar).
El Castillo,
aparte de su valor histórico tiene un valor esotérico ya que en él se encuentra
una de las siete piedras mágicas que hay en el mundo y relacionadas con los
planetas: corresponden a Delhi la Luna, a Delfos Venus, a Jerusalén el Sol, a Cracovia Júpiter, a La Meca Mercurio, a Roma
Marte y a Velehrad Saturno. Los cracovianos creen que su energía ha evitado
catástrofes en la ciudad, que por cierto, salió sin daños de la Segunda Guerra
Mundial. Todas nosotras pusimos nuestras manos en la pared contigua al lugar
donde se encuentra “la piedra mágica” aunque nos dijo Charo que no “era
necesario tocar”, la energía emana y contagia y realmente hemos vuelto llenas de energía
positiva.
El origen del
Castillo se remonta al siglo XI. Antigua
residencia de la mayoría de los reyes de Polonia. El último que pasó por aquí
fue el rey Segismundo III Vasa. El patio del Castillo, del que no pudimos
disfrutar en toda su belleza por estar en obras, es una maravilla, de estilo
renacentista, realizado por un arquitecto florentino, destacan los arcos que
hay en los balcones de las tres plantas del edificio. Del interior visitamos
las salas de estado, la exposición principal y algunas de las habitaciones del
castillo. Entre otras pudimos ver la sala del gobernador, la del senado o la
bonita sala de los pájaros Todas ellas con sus estufas de época. Pero sobre
todo destacaría la extravagante sala de los diputados (o senadores, no
recuerdo), cuyo techo está decorado con cabezas humanas talladas de madera,
aunque sólo pudimos ver 30 de las 194 que colgaban originalmente. Visitamos
también el tesoro de la corona y la armería. Creo que alguna tuvo algún
problema con el ascensor. ¿Es así, Mary carmen?
La Catedral,
cuyo verdadero nombre es Catedral
Basílica de San Wenceslao y San Estanislao. Se trata de una iglesia con más de
1.000 años de historia, que fue destruida casi en su totalidad y se reconstruyó
en el siglo XIV, lugar de coronación tradicional de los reyes polacos, y allí
están enterrados más de 100 monarcas, obispos y héroes nacionales.
De lo más
ecléctica en cuanto a sus estilos arquitectónicos, en el exterior la nave
principal está rodeada de dos grandes torres y pequeñas capillas funerarias
laterales, destacando sin duda la de la Capilla de Segismundo por su llamativa
cúpula dorada, el más claro ejemplo de arquitectura renacentista fuera de
Italia. El interior consta de una gran nave central rodeada de 18 capillas
funerarias laterales entre las que también destaca la de Segismundo,
considerada la obra cumbre del arte renacentista en Polonia.
De las dos
torres de la Iglesia, la Torre de Segismundo (también) alberga el campanario. No
subimos… porque había que subir… si hubiera sido bajar¡¡¡¡ tal vez lo habríamos
hecho. Desde arriba, al parecer, se obtienen unas magníficas vistas de toda la
ciudad. La campana con sus 11 toneladas es la más grande Polonia y la segunda
del mundo. Únicamente la hacen sonar en ocasiones especiales, y hacen falta al
menos 8 personas para hacer balancear el gran badajo de 350 kg.
Habíamos
comprado también tickets para la cripta, pero no la encontramos, seguramente el
hambre o la sed… se habían apoderado de nosotras. Únicamente encontramos un
pequeño recinto, que no deja de ser una pequeña cripta, en el que se
encontraban los restos del que fuera Primer Ministro de Polonia, Lech Kaczyński y su esposa Maria Kaczyńska , ambos fallecido
en el accidente aéreo del Tu-154 de la Fuerza Aérea de Polonia, el 10 de abril
de 2010.
No he contado
la historia del dragón, símbolo de Cracovia, os la cuento para que se la
contéis a vuestros nietos: Erase una
vez, hace mucho mucho tiempo un dragón
que vivía en la colina Wawel y aterrorizaba a los habitantes de Cracovia porque tenían que darle continuamente ofrendas de
sus ganados. Muchos caballeros intentaban vencer al dragón
sin conseguirlo, pero al final lo consiguió el modesto zapatero Skuba. El chico
tuvo una idea genial. colocó una oveja llena de azufre en la entrada de la
gruta del dragón. Cuando el monstruo sintió hambre, se comió la oveja: el
azufre le provocó a la bestia un gran dolor de la garganta y fue quemando sus
entrañas. A fin de apagar su sed atroz, el dragón se dirigió a beber agua del Vístula. Bebió tanto tanto que,
al final... ¡explotó! Entonces comenzó la alegría en el país y el pequeño
zapatero, héroe, obtuvo del rey un
premio muy generoso. Todavía vive el dragón a los pies de la colina y siempre
está a las puertas de su grupa, eso sí, en
bronce, pero sigue echando fuego por la boca con gran estruendo… lo que
causó algún que otro susto a alguna de nosotras.
A diez minutos
caminando, descendiendo la colina de Wawel, nos encontramos el Barrio Judio, Kazimierz,
que así se llama en polaco. Y antes de iniciar la visita guiada, también con
Free Walking Tours, nos sentamos a comer y ¿Dónde? En “Starka”, en pleno Barrio
Judío. Tengo excelente recuerdo de sus postres: una tartaleta con crema
caliente y frutos rojos, deliciosa, o una riquísima tarta de esponjoso bizcocho
con almendras y frutos secos y todas acompañadas de refrescantes helados. 130€,
que entre 9… a escasos 15€… Y hay que correr, la visita guiada comienza a las
tres en punto. Cuando llegamos al punto de encuentro la guía había comenzado
sus explicaciones en las escaleras de la Sinagoga Vieja.
Decir
Kazimierz en Cracovia es asociar la ciudad instantáneamente con la historia de
los judíos. El barrio fue fundado en 1335 por Casimiro III como pueblo
independiente, que soñaba con crear un centro competitivo para Cracovia. A
finales del siglo XV se instaló en él una potente comunidad judía, expulsada de
Cracovia, convirtiéndolo en uno de los centros más grandes de la cultura de ese
pueblo en el país. Cuando los nazis ocuparon la ciudad, Kazimierz fue destruido
por completo y los judíos que allí vivían fueron llevados a un gueto creado en
la otra orilla del río Vístula,
Podgorze.
El corazón de
Kazimierz es la calle Szeroka, hoy la llaman “Broadway” que más bien es una
plaza grande en la que se encontraban antiguamente cuatro sinagogas. Hoy en día
la calle Szeroka es un lugar con mucha vida, con animados restaurantes con
música “”Klezmer” en vivo. Comimos espléndidamente en la terraza de uno de
ellos, bajo un sol calentito, escuchando
su relajante música en vivo, el “Hotel Restaurante Ester”, a 20 eurillos por
persona.
En la plaza está la Sinagoga Vieja, construida en el siglo
XV, es la sinagoga más antigua de las que se conservan en Polonia. Durante la
Segunda Guerra Mundial fue completamente destruida y saqueada. No pudimos entrar al interior y contemplar la
enorme sala con la bóveda, no nos dejaron entrar, sin darnos explicaciones.
Probablemente había alguna celebración especial porque en la calle iban y
venían gentes de todo tipo, mucho trasiego de policía, judíos con su
indumentaria típica, mujeres y hombres con trajes militares… en fin, no pudimos
verla.
Muy cerquita,
la sinagoga de Remuh. Fundada en el siglo XVI y renovada en el siglo XIX. Es la más pequeña y la única en servicio en
Cracovia. Desde ella se puede acceder al cementerio, la necrópolis más antigua
de Cracovia y tal vez de Polonia. Estaba cerrada a esa hora, no entramos. Si
pudimos ver a través de una pequeña ventana con una gran estrella de David en
la reja, otro cementerio judío.
Justo detrás
de la de Remuh, se encuentra la Sinagoga de Izaak a la que sí entramos, eso sí, los hombres debieron
utilizar en señal de respeto (otros hombres…, los nuestros no estaban… jajaj) la
“kipá”, tal vez la marca más rápidamente identificable de un judío, y que es un
pequeño casquete, parecido al “solideo” que utilizan Papas y Obispos católicos.
En esta sinagoga, algunas tardes, hay recitales de música “klezmer” que no nos
dio tiempo a disfrutar.
Interesante la
Plaza Nueva. Conocida también como la Plaza Judía, actualmente, es el centro
comercial del barrio de Kazimierz. Un edificio redondo ocupa el centro de la
plaza. Se le conoce por el nombre de “Okraglak” y era usado como mercado. Actualmente
conforman el interior del edificio pequeños puestos de comida típica polaca que
se sirve a través de ventanas, cada puesto su ventana.. Puedes encontrar guisos,
salchichas, una especie de pizzas “a la polaca”… Todo delicioso y a muy buenos
precios. El puesto más popular no
recuerdo si es el número 12 o el 20, en el que se forman largas colas y es
popular por el mal carácter del cocinero… pidieras lo que pidieras… te ponía lo
que él quisiera.
Julita no quería comida típica, sino un gran
helado de la heladería más famosa de Polonia, “Lody na Starowislnej”… Mala
suerte… después de una larga caminata buscándola por Kazimierz, caprichos del
destino, estaba cerrada. ¡!!!Mas no importa, dijo Dickturpin¡¡¡¡ encontramos
otra y muy original… Helados hechos al momento con la espectacularidad que dan
los vapores de nitrógeno líquido… Misión semi-cumplida, Julita. Volveremos el
año que viene a na Starowislnej….
El barrio
judío es hoy una de las zonas más modernas y con más ambiente de Cracovia. En
el Kazimierz encontraremos numerosas cafeterías y locales donde tomar una copa,
y su reconversión en zona de moda ha supuesto la revitalización de la propia
cultura hebrea, a la que podemos acercarnos en este barrio a través de su
gastronomía, en los restaurantes kosher, por ejemplo, la carta del que comimos
“Restaurante Ester”, en la Plaza, anunciaba los platos “kosher” con un
candelabro de siete brazos; y por su cultura, se celebra un Festival de la
Cultura Hebrea cada verano. El empujón definitivo se lo dio Spielberg, que
decidió rodar en sus calles su famosa “Lista de Schindler”, a pesar de que los
hechos que narra realmente sucedieron en el gueto de Podgorze, al que nos dirigimos
a continuación.
Podgorze, al
otro lado del Vístula, la moderna Pasarela del Padre Bernatka une Kazimierz y
Podgórze. Pasarela para los enamorados, ya que ponen candados con sus iniciales
y tiran las llaves al río Vístula en señal de amor eterno, nada hace presagiar
que al otro lado se ubicó durante la ocupación nazi el Gueto de Cracovia.
El 3 de marzo
de 1941 todos los judíos de Cracovia y alrededores fueron llevados allí.
Encerrados por un muro, hacinadas cuatro y cinco familias en cada diminuta
vivienda, las hambrunas y las enfermedades hicieron estragos entre ellos. A
mediados de marzo del 1943 se decidió separarlos: 8000 judíos “capaces” para
trabajar, fueron llevados al campo de concentración de Cracovia-Płaszów, 2000
(los "incapaces") fueron asesinados en las calles del gueto y al
resto los llevaron al campo de exterminio de Auschwitz (no fuimos a visitarlo,
ya sabemos qué es y qué se hizo en él, el horror…).
En la gran plaza, gris, desangelada, fría, se hacía la separación de
“capaces e incapaces”. Se llama la Plaza de los Héroes y queda como fatal
recuerdo … Solo las personas que viajaban en el tranvía, que todavía pasa por
la plaza, fueron testigos de lo que allí ocurría, varias enormes sillas
metálicas, diseminadas por toda la plaza, homenaje de Roman Polanski, recuerdan
a los que tuvieron que dejar sus hogares e irse al gueto sin sus pertenencias,
abandonándolo todo. De hecho, él fue uno de los miles que vivió en el gueto
durante la ocupación nazi.
De la historia
del gueto quiero recordar al nefasto Amon Leopold Göth, el sádico oficial de las SS que fue destinado
a Cracovia para supervisar la construcción del campo de concentración de
Plaszow. Interpretado en la película “La Lista de Schindler” por el actor inglés Ralph Fiennes, disparó y
mató personalmente, él solito, a entre
treinta y noventa mujeres y niños durante la liquidación del gueto, disparándoles
con su pistola o rifle desde la terraza de su casa como si se tratara de
conejos de campo . Su casa en el que fuera campo de concentración, sigue en
pie, y nos dijo la guía que ha sido
comprada recientemente por alguien… mala gana, vivir en ella!!!!
Aunque sin
duda alguna, el lugar más conocido del gueto de Cracovia es la Fábrica de
Schindler, gracias a la película de
Steven Spielberg que cuenta la historia de este empresario alemán afiliado al Partido Nazi e incluso miembro de las SS,
que empleó en ella a muchos judíos, en principio como mano de obra barata,
mejor dicho gratuita pero que, en
cualquier caso, logró salvar a más de 1200 personas. Liam Neson y Ben Kingsley
hacían los papeles del empresario y de su contable, respectivamente, con una
estupenda música de John Wiliams, encargándose el gran violinista judío Izaac Perlman
de dar voz al violín.
Actualmente la
fábrica se ha convertido en un museo que no pudimos ver por estar en obras. Tampoco
visitamos la “Farmacia del Águila”, ubicada en una de las esquinas de la Plaza,
la única que tenían los judíos en el gueto. El dueño de esta farmacia era
polaco y al parecer salvó a muchos judíos de una muerte segura. Nos comentó
nuestra guía que antes de la 2a Guerra Mundial la comunidad judía de Cracovia
era de 60.000 personas. En la actualidad apenas la componen 170.
Hay una buena
distancia de Pozgorze al centro histórico (tal vez fuera el cansancio el que
nos alejaba del centro), lo cierto es que decidimos coger para el traslado los
típicos “Buggies”, una especie de cochecitos parecidos a los de los campos de
golf, para unas seis o siete personas que, en principio, hacen tours por la
ciudad pero que nosotras los utilizamos como taxis. Son francamente simpáticos
y en absoluto caros. Los convertimos en nuestros taxis de cabecera…
Hoy toca
viajar. No una “Catedral Sumergida” (como titularía Debussy uno de sus
Preludios para piano) sino una Catedral Subterránea. A unos 15 Km de Cracovia se encuentran las Minas
de Sal de Wieliczka. En el propio Hotel
nos contrataron dos taxis con entradas y guía incluidas. Día de mucho tráfico,
era viernes sí que, necesitamos casi
hora y media para recorrer esos 15 km. A la puerta la Mina nos esperaba
rigurosamente uniformada en azul marino y botones dorados nuestra guía. Si he
de ser sincera, algunas íbamos con cierto temor; la sensación de que íbamos a
descender a los “infiernos” en plena juventud y sin merecerlo , aceleraba
nuestro ritmo cardíaco pero, ¡Oh Dioses del Averno!, nuestra entrada al inframundo
fue si no dulce, tampoco amarga, valió la pena.
Es temporada
baja, así que el comienzo de la visita fue prácticamente inmediato. Nos comentó
la guía que el record de visitantes en un día está en 9.000 personas en grupos
de 35 como máximo. No quiero ni imaginar encontrarte con una población casi
como la de Tafalla por esas profundidades, porque hay mucho que destacar en la
Mina pero lo primero, es su profundidad. La mina tiene una profundidad de 327
metros, aunque en la visita “sólo” bajamos 135 metros. El primer descenso se
hace por una interminable escalera de madera que, gracias a Dios, ocultaba el “abismo”
al que nos dirigíamos. De una tacada, descendimos 378 escalones, que enseguida te
dan idea de la profundidad en la que nos adentrábamos… pero a lo largo, mejor
dicho, a lo hondo, de la mina descendimos otros 473, un total 800 escalones.
Durante la
visita se recorren unos 3,5 kilómetros, aunque su longitud supera los ¡300
kilómetros de galerías! así que mejor no despistarse del grupo… y para darnos
una idea de la magnitud de la Mina, solamente se visita un 1% de la misma.
Vamos recorriendo
galerías, todas con las paredes y suelos de pura sal y otras apuntaladas por
troncos. Y entre galería y galería enormes puertas que hay que ir abriendo y
cerrando para controlar el caudal de aire. Los espacios son amplios y bastante
bien iluminados así que, al menos yo, en ningún momento sentí claustrofobia.
No recuerdo
muy bien las salas que visitamos, alguna de ellas muestra las condiciones en
las que trabajaban los mineros y los artilugios que usaban para extraer la sal
de la roca, los carros guiado por unos
carriles que servía para transportar la sal, o las enormes sogas y poleas o los
caballos (disecados?) que también tenían
su cometido. Una vez que un caballo bajaba, por norma general, no volvía a
subir a la superficie y pasaba el resto de su vida en la mina acabando ciego.
Como dato curioso, el último caballo que estuvo trabajando en la mina lo hizo
hasta el 2003, hace bien poco.
Por las
cámaras se van viendo esculturas talladas en la roca de sal! Así encontramos a Nicolás
Copérnico, el famoso astrónomo polaco, que visitó las minas en su época. Casimiro
el Grande, que reguló el Comercio de la Sal, La Princesa Kinga y su séquito, el
papa Juan Pablo II, algún político…Más de cuarenta salas y capillas, en las que
los mineros hacían sus oraciones, hay a lo largo y ancho de las Minas, una
auténtica ciudad subterránea.
Pero no son
las recreaciones de los mineros y sus artilugios o las tallas solitarias que
encuentras en ciertas cámaras lo más impresionante de las minas, sino las
propias minas de sal, sus pasadizos, las estructuras imponentes de troncos de
madera que soportan y apuntalan las paredes y techos, sus salas, sus capillas.
Si hay un lugar que destacar en la mina sobre
todos lo demás ése es la Capilla de Santa Kinga. Se encuentra a 101 metros bajo
tierra, cuenta con una superficie de 35 x 15 metros y una altura de 11 metros,
y pese a que los números ya de por sí son llamativos, lo que hace de esta
cámara algo especial es la cantidad y calidad de adornos, esculturas, tallas y bajorrelieves
todo hecho con roca de sal. A destacar las cinco grandes lámparas cuyos
cristales también están tallados en sal, un relieve de la última cena de Da
Vinci, "Las bodas de Caná" y otros. Preside el altar la talla de Santa Kinga, patrona de los
mineros. En la Capilla, se celebran bodas y conciertos, la acústica debe ser
estupenda.
Pero aún
quedaba algo por ver, la mina aún nos guardaba alguna sorpresa. Llegamos a una
sala inmensa, la cámara Michalowice. Parecía sacada de los relatos de Tolkien.
Una sala de 35 metros de altura, inmensa, con una estructura de vigas de madera
impresionante y en la que además colgaba una lámpara de araña aún más grande
que las que habíamos visto en la Capilla de Santa Kinga, al lado un laguito artificial en medio de tanta roca, con
un espectáculo de luz y sonido con la música de Chopin, uno de sus estudios
para piano solo, en versión de arreglo orquestal…. Bueno, la música es
mejorable. Finalmente, y bajo la atenta mirada de la escultura del Tesorero
(espíritu guardián de la mina), abandonamos la sala para continuar con nuestro
camino.
La ruta se
acababa y ya eran pocas las salas que nos quedaban por visitar. Sin embargo,
las minas nos guardaban una sorpresa más, la cámara Stanisław Staszic. Esta
gigantesca sala con el techo a 36 metros de altura, 10 o 12 pisos, más o menos,
impresiona por sus dimensiones, aunque
realmente no tiene nada más destacable salvo que es la tienda de recuerdos de
la mina y una pequeña exposición con los diferentes tipos y colores de la sal.
No vimos ni el
restaurante, ni la sala de fiestas, ni el auditorio, que de todo hay… porque había
algún evento ese día y ya, a esperar
turno para el ascensor; sí, afortunadamente no tuvimos que subir a pie los 800
escalones que bajamos; es un ascensor de “minas”, una auténtica jaula para un
máximo de 9 apretujadas personas, quizás lo más claustrofóbico de las minas,
pero que a nosotras nueve, entre
apreturas, risas y algún suspiro levemente esbozado, en algo menos de un minuto
nos “sacó” a la luz del sol. Los músculos gastrocnemios, popularmente llamados gemelos, estuvieron
casi una semana recordándome los 800 escalones…
Está todo
prácticamente contado aunque voy a dejar constancia de restaurantes que no he
citado en el relato. Uno de ellos, si no
para olvidar tampoco para recordar, en la Calle Tomasza, 20, una especie de
Pizzería o no sé qué en la que durante toda la cena la puerta del baño estuvo
abierta; su nombre? creo que “Spolka”, muy barato, pero hay desde luego mejores
sitios dónde comer por ejemplo, en plan “italiano”, excelente la “Tratoria
Soprano”, comimos un día y cenamos otro, al ladito de “Collegium Maius” ,
estupenda relación calidad/precio, entre 17 y 20€ por persona.
Estupendo, el
Moskie Oko, en la Pl. Szczepanski 8. Fuimos muy tarde, no teníamos reserva y
estaba completamente lleno, pero tras una regular espera, nos organizaron una
mesa en uno de sus numerosos “apartados” del subsuelo. Música en directo: junto
a nosotros, un grupo de música popular polaca, la carta ¡¡¡en español!!!, la
comida buena y abundante, y un chupito de vodka excelente. Un sitio muy
agradable y barato, salvo que tenga yo mal la información de lo que nos costó
(72€ entre 9 = a 8€) probablemente tenga el dato equivocado…
Y los últimos:
en el que comimos el último día, en la Plaza Mayor el “Szara Ges”, excelente.
Magníficamente montado tanto en mobiliario como vajilla y cristalería. Servicio
estupendo. Gran carta de vinos y su especialidad, “Pato” en todas sus formas de elaboración y siempre con estupenda
guarnición. Postres originales y algunos con sorpresas, en fin, un buen lugar
para un día de despedida. No tengo el precio pero no creo que fuera mucho más
de 20€ o 25€ por persona.
El otro, en el que cenamos, una hamburguesería cerca
del Hotel, “Paragon Fiskalny”, que no estuvo mal para lo tarde que fuimos.
Ensaladas, hamburguesas… todo bien presentado y a unos 14€ por persona. En
resumen, en Cracovia en general se come muy bien y en absoluto caro.
Y música? Debe
haber mucha música en Polonia. Aparte de la Ópera, la Ópera de Cámara, la Filarmónica,
el Teatro Slowacki (en el Planty, al lado del Hotel)… en muchas iglesias hay
conciertos todos los día; hay también numerosos lugares (Sinagoga de Izaac, bares…) con música Klezmer, espacios para
música popular polaca… Nosotras acudimos a uno en la “Chopin Galery”, un
palacete en el casco histórico en el que, en el tercer piso, en una pequeña
sala con capacidad para unas sesenta o setenta personas, se dan recitales
monográficos de piano: Chopin. En nuestro caso escuchamos a un joven virtuoso
polaco, Witold Wilczek con un programa ambicioso: Tres Mazurkas, op. 59, el
vals op. 64, núm.2, el Nocturno, op. 27, núm. 2 y las “Cuatro Baladas”, sí, sí,
las cuatro. Nos recibieron con una copa de cava, 15€. Un buen rato. Chopin en
Polonia suena d otra manera¡¡.
Y no podemos
olvidar dos paseos diferentes. El primero, en la noche cracoviana. En un lujoso
carruaje de caballos que, como en muchas ciudades europeas, es uno de los
mayores atractivos turísticos. Alrededor de la Plaza Mayor, hermosos coches de caballos magníficamente
engalanados en los que se ha estandarizado el color (blanco) y el tamaño, un
máximo de dos caballos y un máximo de
seis personas… esperan pacientemente
para enseñarte el casco histórico de otra forma.
Dos personas,
normalmente hombre y mujer, gobiernan a los caballos desde el pescante. Pues
bien con nosotras, después de una ardua negociación, tuvieron que hacer dos
excepciones, la primera admitir a nueve,
sí, a todas nosotras en un solo carruaje, y la segunda, en lugar de dos
personas para conducir a los caballos, fueron tres en el pescante: él, el
propietario quiero decir y “nuestras” María y Bárbara, y la propietaria? Os preguntaréis, pues a la
propietaria, rubia ella y bien lucida, la dejamos en la pu… calle. Y en el
habitáculo del carruaje las siete restantes, ¿cómo? Fácil: seis cómodamente
sentadas, tres en el sentido de la marcha y las otras tres en el sentido contrario
al de la marcha y en medio, de rodillas, o tirada por el suelo, Julita… Y las
del pescante? durante todo el paseo, según contaban llevaban algo clavado en
sus sensibles cuerpecillos: parte de los arreos de los caballos, el freno del
carruaje o el codo o “salva sea la parte…” del propietario.
El paseo fue precioso, escuchar los cascos de
los enjaezados caballos en la noche… fue maravilloso pero tal vez fuera más
divertido que otra cosa, sin parar de reír en todo el paseo, menos Julita¡¡…. ¡Como
sufrió Julita!!. Éramos demasiado peso para los pobres caballos, éramos
demasiado pesadas… En fin eran fuertes y apenas notaron un poquito la pequeña
cuesta arriba al lado de la Colina de Wawel, el resto… sin problemas. 40€ y eso
dice Bárbara… todos piden 40€ por todo… Nos acordamos de la Limusina de New York…,¡¡¡
tan apretujadas estábamos y con tantas risas!!!!!
El otro paseo
diferente, en una góndola por el Vístula. Era ya el último día de nuestro viaje
y decidimos coger el autobús turístico para hacernos una idea más o menos
global de Cracovia. Recorrimos lo ya recorrido a pie: Kazimierz, una zona nueva
cerca de Nowa Huta, la gran ciudad nueva de la época comunista, el Gueto de
Podgorze, pasamos por el Museo Etnográfico, el Museo Mannga, de arte y
tecnología Japonesa, llegamos hasta el Kościuszko Mound, un pequeño montículo
artificial, erigido por los cracovianos en memoria del líder nacional polaco Tadeusz Kościuszko. Su
forma cónica lo hace especial. A 325 metros sobre el nivel del mar desde la
cima debe tener una panorámica excepcional del Vístula y de toda la ciudad. Lo
rodea una imponente fortaleza del S. XIX. No lo subimos porque andábamos ya con
poquito tiempo.
Lo que sí
hicimos fue dar ese paseo en góndola,
sí, en góndola por el Vístula. Un pequeño paseo por uno de los recodos que el
río hace a su paso por Cracovia. No, el Vístula no es “La Laguna”, ni las
construcciones que hay en sus orillas son los Palacios Venecianos, ni el cielo,
ni el color, ni la brisa, ni el gondolero, ni el embarque ni el desembarque
pero no por ello íbamos a dejar de hacerlo, tiene su encanto y, además,
estábamos contentas y cantamos a media voz el “Boga Boga”. El gondolero, tocado
con un gorro de capitán marinero, no remaba sino que dirigía la góndola desde
una especie de altarcillo donde estaba el timón, parecía no enterarse de
nuestro canto, no se inmutó, ni nos dijo que calláramos ni nos aplaudió. Ni a
favor, ni en contra… neutral.
Un buen ratito
de espera al bus turístico que nos había de trasladar a nuestro próximo y
último destino: al Museo Nacional de Cracovia. ¿Qué hay allá, Charo? “Solo una
obra quiero ver, solo una”¡¡ respondió
nuestra pintora, pero excepcional: La Dama del Armiño, -en italiano, La dama
con l'ermellino- del gran Leonardo da Vinci. Y está en el Museo Nacional
mientras se realizan las obras en el Museo Czartoryski que es donde tiene su
“casa” la Dama.
Y la vimos. Realizado
hacia 1490, la modelo ha sido
identificada como Cecilia Gallerani, retratada cuando era la amante de Ludovico
Sforza, duque de Milán y cuando Leonardo estaba a su servicio. El cuadro es uno
de los cuatro retratos femeninos pintados por Leonardo, siendo los otros La
Gioconda, el retrato de Ginevra de Benci y La Belle Ferronière. La Dama del
Armiño muestra a una mujer joven con el torso vuelto hacia la derecha pero
mirando a la izquierda. Su vestido es simple para la época denotando su origen
humilde, “alla spagnola” he leído por ahí, su pelo está dividido al medio y
termina simplemente con una trenza en la espalda.
El significado
del animal en los brazos de la joven es un misterio. Los armiños eran populares
como mascotas en la aristocracia, pero se piensa que en esta pintura es un
signo de pureza. Destaca en primer plano la postura de su mano que parece
desproporcionada con el resto del cuerpo y como señaló Bárbara, excepcional
como Leonardo interpreta la presión que la cinta de seda hace sobre la frente
de La Dama. Una belleza. Valió la pena la visita, Charo.
Y ya hay que hacer las maletas (“el bolo”, que
diría Mari Carmen), una cabezada en la cama y sin “picnic” para el desayuno por
olvido del hotel, dos taxis con sus respectivos taxistas nos llevaron al
aeropuerto. Hay que decir que en el que yo iba, un coche de cinco plazas fuimos
tan apretujadas como en el ascensor de las Minas de Sal, seis personas seis, el
taxista y cinco de nosotras. Eran las tres de la mañana, todavía no apuntaba el
sol, y la policía de tráfico de Cracovia
no madrugó como nosotras así que, sin mayores incidentes embarcamos para
Pamplona.
Y llegamos… de
churro, pero llegamos... El vuelo Frankfurt-Pamplona voló calmo sobre Centro Europa y atravesó Francia
sin sobresalto alguno. El piloto anunció que sobrevolábamos Biarritz: “Ya
estamos en casa”, pensamos y de pronto, si aviso previo, el avión descendió bruscamente no sé cuantos metros… un
golpe seco… ¡¡¡Plaffff!!!! pero la sensación fue de que descendió muchos metros.
Afortunadamente paró en su caída en picado y ahí quedó todo. En una turbulencia??? Pero Vaya turbulencia!!!
Javier,
nuestro reportero, nos esperaba, llovía en Pamplona como el día que nos fuimos.
En los días
posteriores escribo esta crónica. Los árboles, excepto los almeces, comienzan
tímidamente a vestir sus mejores y más
bellos verdes, no en vano pronto empezará la segunda mitad de la primavera.
El año que
viene volveremos a viajar porque, repito: ”
no viajamos para escapar de la vida, viajamos para que la vida no se nos
escape”.
VENEZIA – FLORENCIA – CINQUE TERRE
29 DE MARZO DE 2017
“Algunos sostienen que la palabra VENETIA significa VENI ETIAM, o sea, vuelve
otra vez…, y otra vez, porque por muchas veces que vengas, siempre verás nuevas
cosas, y nuevas bellezas"-
Eso dijo de Venecia Jacopo D'Antonio
Sansovino, arquitecto del renacimiento, (Florencia 1486 - Venecia 1570) autor
de la configuración de los alrededores de la Plaza de San Marcos y, sobre todo
de la imponente Biblioteca Marciana, situada enfrente del Palacio Ducal.
Desde el cielo, Venecia parece un gran puzle
recién terminado que, a medida que te
vas acercando, se va descomponiendo en sus piezas que no son otra cosa que 118 pequeñas
islas y 455 puentes que las unen.
Vuelo estupendo, aterrizaje en el Aeropuerto
Marco Polo, ningún trámite aduanero y las once mujeres tomamos el Autobús que
nos acercaría al Piazzale de Roma para tomar el Vaporeto número 1 en dirección
a nuestro Hotel, Ca’Gottardi, un pequeño antiguo Palacio Veneciano, en
pleno corazón de Cannaregio, a la orilla de un canalleto, lleno de encanto.
Check-in y a explorar Venecia.
Dicen que en Venecia todo el mundo se pierde
pero realmente es difícil perderse ya que, todos vamos o venimos a/de los
mismos lugares así que, basta con seguir a la gente.
La tarde es espléndida y el mar de la Laguna
está tranquilo así que hacemos nuestro bautizo gondolero. Dos góndolas, dos
gondoleros y nosotras once regateando el precio… ¡Ni modo! Que dirían los
mexicanos, ¡Venecia es mucha Venecia, aquí no se regatea, 80€ góndola o “a
piedi”!, es decir, o a pie…
Tal vez no elegimos el mejor lugar para
embarcar porque, materialmente, había que lanzarse a la góndola desde una
altura aproximada de dos metros, igual exagero, pero a mí me parecieron diez, así que, a remangarse
las faldas y con la ayuda de los gondoleros “caímos” todas dentro de la góndola
y no al canal…La suave brisa y el sol radiante nos trajeron la añoranza (la
verdad es que no añorábamos mucho, estábamos pletóricas de felicidad) y
entonamos un “Boga Boga” a media voz, ---nuestra canción de guerra y de
victoria- y que va siendo hora de sustituir por otra más acorde con ese estado
de bienestar que nos invade.
La salida desde el canalleto al Gran Canal es
espectacular, solo por eso vale la pena coger la góndola. La pena es que la
mayor parte del recorrido se hace por canalletos pequeños aunque, por otra parte, es casi la
única manera de accederlos. Unas risas, alguna que otra pérdida de equilibrio
sin mayores consecuencias y un “desembarque” en otro punto menos expuesto que
el del embarque… los gondoleros consideraron que ya habían arriesgado bastante
con todas nosotras.
Avanzamos, ahora “a piedi”, entre canales,
iglesias, “piazzales y campos” y, “Oh, Dio mio”, de repente….la impresionante
Plaza de San Marcos, “el Salón de Europa”, que diría Napoleón, con la Basílica de San Marcos, el Palacio
Ducal, el Museo Correr, el Campanile, la Torre dell’Orologio y la Biblioteca Marciana. ¡Qué
espectáculo¡ ¡Qué belleza¡ y en sus porches los clásicos cafés: el Quadri: que guarda secretos de los personajes que se sentaron en sus
salas: Lord Byron, Alejandro Dumas, Wagner o Marcel Proust. Hoy
el Gran Caffé Quadri es la meta preferida de actores y directores que
frecuentan el festival de Cine de Venecia, como Woody Allen o Brad Pitt. Y el Florian, en el que se reunían nobles,
políticos, intelectuales y “donjuanes”, protagonistas de su tiempo, como Carlo
Goldoni, Giacomo Casanova o, más recientemente, Gabriele d’Annunzio. . No nos
sentamos a tomar un aperitivo, una pena… lo haremos la próxima vez que vayamos,
¡A Venecia se vuelve¡.
La noche en
Venecia llega antes que en Pamplona y si hermosa es la ciudad de día, aún es
más bella (si cabe) cuando la luna se impone en el cielo. Detrás de San Marcos,
en una plaza recoleta, a la luz de las velas y con ópera italiana de fondo: Traviata y
Trovatore de Verdi, Turandot , Boheme y Butterfly de Puccini, cenamos la
primera “pasta” acompañada de un
fresquito chardonnay italiano.
“Nessun
dorma”, ¡Que nadie duerma!,
ordenaría la cruel princesa Turandot y la verdad es que la noche veneciana
invitaba a la vigilia pero… tenemos la
sensatez que da la edad madura y entre canales, puente y callejuelas llegamos
“devoradas” a Ca’Gottardi: “Buona notte, principessas”.
Jueves.
Toca madrugar, estamos citadas a las 8:45 en el Campo San Luca, entre el Hotel
y San Marcos, con Matteo, nuestro excelente guía, que nos va a contar todo lo
que sabe de la Plaza de San Marcos, el Palacio Ducal y la Basílica de San
Marcos.
Nos explica
Matteo la arquitectura de la Plaza de San Marcos, y los edificios que la
conforman, el Museo Carrer y la Biblioteca Marciana, y como el Campanille, tras
el colapso de 1902, se reconstruyó en 1912, manteniendo la forma original de
1514.
El Palacio
Ducal, de bellísimo gótico veneciano, residencia los Dux, o Duques o Dogos, sede del gobierno y de la
corte de justicia y prisión de la antigua República de Venecia. Desde el
Palacio Ducal 120 dogos dirigieron el destino de Venecia durante casi 1.000
años. Como nos dijo Matteo, no eran reyes, ni emperadores, el Dogo era
simplemente “el Primero entre Iguales”.
Partiendo
del bellísimo Patio con la Escalera de Oro, visitamos las diferentes Salas: de
Espera, de Votaciones, todas ellas llenas de obras de Veronés, Tiziano y
Tintoretto, y la Sala del Consejo Mayor, en la que 1.000 personas votaban el
destino de la Serenísima Venecia. En esta sala se encuentra “El Paraíso”, el
mayor lienzo del mundo pintado por Tintoretto.
Y como no,
la Prisión, con los calabozos y los pozos húmedos, y el Puente de los Suspiros,
que debe su nombre a los suspiros de los
prisioneros que, desde aquí, veían por última vez el cielo y el mar. Nada tiene
que ver con la acepción romántica que algunos autores han utilizado como
recurso poético. Casanova, que estuvo prisionero en esta cárcel, se escapó de
ella por los tejados….
Como curiosidad, en el Palacio Ducal se conserva la Bocca
di Leone, una especie de buzón con cara de león donde
antiguamente se podían denunciar las
prácticas ilegales de los ciudadanos. Estas denuncias, como nos contó Matteo,
eran secretas, pero no anónimas. Quien denunciaba debía firmar la denuncia,
aunque su nombre se mantenía en secreto.
Y del Palacio
Ducal, a San Marcos que ostenta
algunos de los mejores ejemplos del arte bizantino que existen en el mundo, y
es única en su género en Italia En el interior de la
Basílica el color dominante es el dorado por los bellos mosaicos de oro y hermosas
también las incrustaciones de mármol de los suelos
Debajo del altar mayor reposa el cuerpo de San Marcos que, según comentó Matteo, fue traído de Alejandría embadurnado en
manteca de cerdo para evitar que fuera profanado por los musulmanes.
A destacar también, en el balcón abierto a la Plaza, las
réplicas de los cuatro caballos de bronce bañados en oro que se
encontraban en el hipódromo de Constantinopla y fueron obtenidos como botín en la
cuarta cruzada. Los originales se encuentran en el Museo.
Finalizada la visita nos
dirigimos a la Piazzale de San Giovani (no quería dejar Venecia sin verla) a
ver la escultura ecuestre del Condotiero Colleone, realizada por Andrea de
Verrocchio, en la que jinete y caballo, en actitud de avance, como si
estuvieran en mitad de la batalla, dan una gran sensación de movimiento; antes
habíamos pasado por el Centro Comercial Fondaco Dei Tedeschi, al lado del
Rialto, donde comprar no compramos, pero
disfrutamos de las hermosas vistas de Venecia que se pueden observar desde los
360º de su magnífica terraza.
Y a comer a Canareggio,
nuestro barrio, nuestro “sestiere” que dirían los venecianos, y que últimamente
se ha convertido en un barrio animado, con una ruta de “cicheti”, equivalente a
nuestros pintxos, que no tuvimos tiempo de desgustar. Comimos en la calle
Fondamenta Misericordia. Tere nos recitó, como solo ella sabe hacerlo, el poema
de Rafael de León, “Profecía”…
Me lo
dijeron ayer
las
lenguas de doble filo,
que te
casaste hace un mes...
Y me
quedé tan tranquilo.
Otro
cualquiera, en mi caso……
Y después al Gueto, una pequeña isla de Cannaregio, diferente a las
demás, con edificios más altos (de hasta seis pisos) y más sencillos, en la que
se confinó a los primeros judíos que llegaron a Venecia en su mayoría
mercaderes y banqueros. Leo por
internet que a causa de las fábricas de fundición que había en esta zona, (“fundir”
se decía “gettare”), se la llamó “gueto”, que después pasó a ser un término
usado en todo el mundo para los enclaves judíos.
Y del Gueto,
con un gelato… a por las maletas al
Hotel, Taxi acuático, de lujo, una deliciosa lancha que nos dio un relajante
paseo por el Gran Canal camino de la Estación, la Ferrovia, para tomar el Tren
a
FLORENCIA
“No hay manera en que pueda separarse el calor del
fuego, o la belleza de lo eterno”.
Son palabras del florentino Dante Alighieri
Florencia
está llena de belleza, Florencia es por tanto eterna.
¿Nos
veremos afectadas por el Síndrome de Stendhal?
Hotel
“Orto de Medici”, un hotel con historia, magníficamente situado, a dos minutos
de la Galería de la Academia, donde duerme David, y a pocos más del “tutto”
Florencia, de “La Gran Belleza”.
“Orto” significa jardín (tiene también otro
significado más prosaico que no viene al caso), así que el Jardín de nuestro
Hotel fue, ni más ni menos, que el Jardín de los Medici. Según leí en el
librito que había en la mesilla de la habitación, lo compró la esposa de
Lorenzo el Magnífico. El gran mecenas solía reunir en el “Orto” a jóvenes
florentinos interesados en el arte y en él, el viejo escultor Bertoldo fue
tutor entre otros de Miguel Ángel; por él pasaron obras de Donatello,
Bruneleschi, Masaccio, Rafael y muchos de sus contemporáneos, fue pues la
primera Academia y el primer museo al aire libre de Florencia. Si en el “Orto” no
nos hemos contagiado del don de la creación artística, ojalá al menos hayamos
adquirido algo del don de saber apreciarla.
Chek-in
y a la calle, primer contacto, cena en el Restaurante “La Academia” en el que, después de unos ligeros dimes y diretes con
los camareros por culpa de la lengua y gracias a su paciencia y, por supuesto a
la nuestra, cenamos y bien y, además, cantamos en italiano, bajo la inestimable
dirección del dueño, desde Oh Sole Mio, hasta
el Brindis de la Traviata o Dio como ti amo, Volare… y otras de Domenico
Modugno. Buena entrada.
Por
la mañana hay que madrugar, Chiara, nuestra guía, nos recoge para pasearnos por
Florencia. Día precioso, el sol de la Toscana y la temperatura deliciosa nos
acompañan todo el día. Con Chiara solo vimos exteriores así que por nuestra
cuenta, después de la visita guiada, entramos en algunos de los lugares
visitados, e iré exponiendo lo que vimos en los interiores aunque, por centrar
el tema, no el orden en que lo vimos.
Primera parada en La Galería de la Academia y por supuesto, fue una de las que visitamos a nuestro aire ya que acoge, entre otras obras, el impresionante David de Miguel Ángel,( “qué manos tan grandes tienes”, le hubiera dicho Caperucita…) una bellísima Piedad sin terminar y los cuatro Prisioneros o Esclavos. Son cuatro diferentes esculturas, destinadas al sepulcro del papa Julio II (el del Moisés que vimos en Roma). Representan figuras masculinas, que no están terminadas y da la impresión de que se encuentran atrapadas en la pieza de mármol y que buscan salir de la piedra. Mueven algo por dentro….
“¿Cómo puedo hacer
una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es
necesario”. O “Vi
al ángel en el mármol y tallé hasta que lo dejé en libertad”. Las dos son
frases de Miguel Ángel.
También en la Academia esta El Rapto de la Sabina,
de Giambologna una magnífica escultura en una única pieza de mármol cuya
réplica está en la Loggia de la Signoria
Y por la via Cavour, pasando por el Palacio
Medici-Ricardi, entramos a la Plaza del
Duomo con el Baptisterio y Campanile. Imponente, majestuosa. El Duomo, la Catedral de Santa María dei Fiore, con la imponente
cúpula de Brunelleschi, es la silueta más conocida de la capital de la Toscana.
Durante muchos años guardó el misterio de la técnica de su construcción sin
soporte alguno de madera, hoy desvelado al descubrirse la forma de colocación de los ladrillos,
llamada en “espina de pez”. Y durante muchos años ha sido la catedral más
grande de Europa, hoy superada, al parecer, por la Basílica de San Pedro, la Catedral
de San Pablo de Londres y la Catedral de Sevilla. También visitamos su
interior: el famosísimo retrato de Dante, la excepcional cúpula decorada por un
fresco del Juicio Universal realizado por Vasari y Zucari. No tuvimos fuerzas
para subir los 463 escalones que ascienden a la cúpula, en absoluto homogéneos.
El Baptisterio, al que no entramos, con
sus tres magníficas puertas, quizás las más famosas sean la norte confiada a
Ghiberti tras un concurso en el que participó Bruneleschi cuya propuesta fue
rechazada, curioso… y especialmente la puerta este, la que está en frente del
Duomo, considerada la obra maestra de Ghiberti y que Miguel Ángel definió como
la Puerta
del Paraíso. Las puertas actuales son una réplica de las originales
que, tras deteriorarse en la inundación de 1966 fueron restauradas y
trasladadas al Museo del Duomo
Y del Duomo a la Iglesia de San Lorenzo y
Capillas de los Medici. A la Iglesia, cuya fachada ha quedado sin terminar,
aunque hubo varios proyectos, uno del mismísimo Miguel Ángel, no pudimos entrar,
estaba cerrada pero sí que pudimos visitar Capillas de los Medici: la Capilla de los Príncipes, donde
están enterrados varios miembros de la familia. Se
trata de una amplia sala octogonal revestida con mármol oscuro y piedras
semipreciosas; y,
especialmente, la Sacristía Nueva, ideada por Miguel Ángel. A un lado
del Altar la tumba de Giuliano, su estatua en estado “vigilante” y sobre el
sarcófago dos bellísimas figuras que simbolizan en Día y la Noche. En la pared
de enfrente, la tumba de Lorenzo (no el
Magnífico), con su estatua en actitud
“pensativa” y sobre el sepulcro recostadas otras dos figuras, la Aurora y el
Crepúsculo. Frente al altar un cofre con los restos de Lorenzo el Magnífico y
su hermano Juliano y una Virgen con el Niño, también de Miguel Ángel
Y a la Plaza de la Señoría. ¡Sí,
Señorías…¡ ¡Hermosa de verdad¡ Entre el Duomo y el Arno, centro del poder civil
y corazón de la vida social de Florencia. Rodeada de palacios entre los que
destaca el Palacio Vecchio, o Viejo, actual Ayuntamiento de la ciudad.
En la Plaza destacan las grandes estatuas: - el David de Miguel Ángel, réplica del
original que vimos en la Galería de la Academia. Hércules y Caco de Baccio Bandinelli, se encuentra al otro lado
de la entrada al Palazzo Vecchio. La Fuente
de Neptuno de Bartolomeo Ammannati y alumnos. Fue la primera fuente pública
de Florencia que apenas pudimos ver porque estaba en obras. El gran Neptuno,
creado con un tipo de mármol blando, no es muy amado por los florentinos, que
lo llaman "biancone". La Estatua
ecuestre de Cosme I de Giambologna, en bronce; y en el corredor de los Lanzi o Loggia de la
Señoría, la réplica del Rapto de la
Sabina también de Giambologna, cuyo original también vimos en la Academia. El Perseo
con la cabeza de la Medusa de
Benvenuto Cellini, Hercules y Nesso de Giambologna… y otras
más. ¡Cuanta belleza en tan poco espacio¡
No pudimos
ver el lugar (al lado de la tapada Fuente de Neptuno) donde en 1498 fue quemado
por sus propios partidarios al considerar excesiva la dictadura que había
implantado, el fraile dominico Savonarola, reformista de la vida monástica que
tomó el poder en Florencia y que contribuyó a la expulsión de los Medici.
Muy cerca
de la Plaza de la Señoría, la Galería de
los Uffizi. Los Uffizi
(1560-1580) fueron originalmente concebidos como oficinas para los magistrados,
jueces, técnicos y mercaderes de Florencia. Necesitaríamos varios días para ver
todo el contenido del magnífico museo actual, pero nos conformamos con lo que a
ojos de inexpertas, nos pareció suficiente: El
Díptico de los Duques de Urbino, de
Piero della Francesca.
La Sala de Botticcelli, en la que se alojan
los fantásticos Nacimiento de Venus y La
Primavera, cuyas figuras femeninas tomaron el valor de icono de la belleza
femenina. La Adoración de los Magos y
retratos de algunos Medici.
Las
salas dedicadas a Leonardo, destacando la Anunciación y sobre todo, tuvimos la
oportunidad de ver La Adoración de los Magos que acababa de instalarse después de haber estado un
tiempo fuera del Museo para ser restaurada y que,
aunque incompleta nos ayuda a entender las principales particularidades del
estilo de Leonardo: su intensidad emotiva, la expresión de los sentimientos
y la técnica de diseño del maestro.
La Sala de
Rafael y su espléndida Virgen del Jilguero,
o del Gardellino, que dirían los italianos, llena de dulzura y de serenidad
y de la que, seguramente, todas hemos tenido una reproducción en una estampa en
nuestro misal… Y su famosísimo Autoretrato
y el no menos famoso del Papa León X,
hijo de Lorenzo el Magnífico
La Sala de
Tiziano, con su famosísima Venus de
Urbino, modelo de erotismo, representada como
una mujer sensual y exquisita que mira fijamente al espectador, que no
puede ignorar su belleza.
Y, finalmente,
La Sala de Caravaggio Impresionante
es el Escudo con la Cabeza de la Medusa, que según la
leyenda sería el autorretrato del pintor de joven. Muy conocido es también el Baco
teniendo su copa de vino.
No pudimos visitar el “Corredor Vasariano”, ni siquiera vimos la puerta
de acceso, “la 25” creo, y ni siquiera sé si está abierto al público. Es un
largo pasillo suspendido que conecta, el Palacio Vecchio en Plaza de la Signoria, con el Palacio Pitti al otro lado del río Arno. El
trayecto fue diseñado y construido por Giorgio Vasari en 1564 (¡ En
solo 6 meses!) para permitir a Cosimo de’ Medici y a otras personalidades
de la familia caminar con seguridad a través de la ciudad, desde la sede del
poder Palacio Vecchio hasta su residencia privada, el Palacio Pitti.
Y de los Uffizzi a Ponte Vecchio,
el puente más famoso del mundo y símbolo indudable de Florencia. Sus deliciosas
casas colgantes, fueron utilizadas desde 1442 por carniceros y matarifes pero
(creo que Cósimo i) les prohibió realizar sus actividades comerciales en ese
lugar por la suciedad y malos olores; el sitio que dejaron vacante fue
inmediatamente ocupado por los joyeros y comerciantes de oro. Y ahí siguen. Fue
el único puente de Florencia que no fue destruido durante la Segunda Guerra
Mundial.
Chiara nos lleva ahora a la parte
medieval de Florencia, Antes de la gloriosa época renacentista, la Edad Media dejó
también numerosos rastros a través de una arquitectura un poco austera pero
grandiosa.
Con sus infinitos callejones estrechos, edificios macizos y numerosas torres de defensa al estilo de las de San Gimignano. La atmósfera medieval reina en los alrededores del barrio en el que vivió Dante, considerado padre de la literatura italiana. La ciudad ha conservado algunos edificios que atestiguan su paso por allí. Se dice que el autor de La divina comedia, la primera obra escrita en lengua italiana, nació en una casa de la Via Santa Margharita, conocida como Casa di Dante, y conoció a su musa (también amor de su vida), Beatriz Portinari, en la iglesia de Santa Margharita, situada en la misma calle. Entramos en la pequeña Iglesia y el amor que se respiraba en la capilla era contagioso...
En nuestro
camino pasamos por el Teatro Verdi y le recordé a nuestra guía Chiara la
conocida anécdota: Durante
la época de la unificación de Italia, (Italia no fue Italia hasta hace cuatro
días, 1871 más o menos) en los territorios administrados por el Imperio
Austro-húngaro los nacionalistas usaban el grito de ¡Viva V.E.R.D.I.! para
engañar a los ocupantes austríacos como acrónimo
para aclamar al rey de Piamonte - Cerdeña, su verdadero significado era
"¡Viva Vittorio Emmanuele Re D'Italia!". Mientras que
las autoridades austríacas creían que se refería al gran compositor, en
realidad era un grito nacionalista favorable a la unión de todos los
territorios italianos bajo el mando piamontés.
Finalizamos
la visita en la Plaza de la Santa Croce,
con la Iglesia del mismo nombre a la que no entramos, aunque que guarda los
sepulcros de Miguel Ángel, Galileo y un Sepulcro vacío para Dante, que no ha
sido ocupado ya que murió en Ravenna y allá reposan sus restos. Yo vi su tumba
en la ciudad de la Emilia-Romaña hace ya bastantes años.
Comimos muy
bien en “Finisterre” un estupendo y
moderno restaurante ubicado en la misma plaza, un salón reservado para nosotras
solas, una buena comida, un buen servicio y unos camareros encantadores. Cómo
no? El BogaBoga volvió a sonar…
La tarde de
nuestro bautismo florentino la dedicamos a callejear, entrar en alguna tienda
(¡Cachis¡… no me cabía un vestido que me gustó¡) y a sentarnos a tomar algo no
en el Salón de Europa (S Marcos-Venecia) pero sí en uno de los “Salones” de
Florencia: en la Plaza de la República, en la magnífica terraza cerrada del Caffé Gilli, frecuentado a principios
de siglo por literatos y artistas. El Caffé es un poco caro, pero no lo es tanto si
valoras el lugar privilegiado en el que está ubicado. Como casi siempre, de
entrada dimes y diretes…¡ Somos once…¡ Que aquí no… que aquí sí… que no
cabemos… que es muy caro… mesas para aquí, sillas para allá y los camareros
expectantes… pero siempre al final se impone la cordura y tomamos un excelente
aperitivo y la convertimos en nuestra Terraza de cabecera, como diría Bárbara. Enfrente
está el Hotel Savoy en el que árabes y judíos se mezclan, aparentemente.
Cenamos
malamente en “Mimo’s”, casi enfrente
de nuestro Hotel, al día siguiente teníamos que madrugar, visita programaba al
Golfo de La Spezia y a Le Cinque Terre.
A las seis
de la mañana arriba¡ (pobre Aurora, mi querida concubina, la desperté de
madrugada y ni ella ni Tere se animaron a la excursión). Nuestro Bus salía a
las 7:15 de la Estación de Ferrocarril. Teníamos por delante 150 o 200 Km
pasando por Prato, Pistoia, famosa
ciudad por sus viveros. El
panorama que nos acompaña a lo largo de la autopista es a la izquierda o a la
derecha una seguidilla de plantas de todos los colores, formas y dimensiones.
Y por
Viareggio y por Carrara, ciudad bien conocida por su mármol blanco que se
extrae en las canteras próximas, en los Alpes Apuanos. Al los dos lados de la
autopista la seguidilla ahora no es de plantas, sino de enormes bloques de
mármol blanco de los que, en boca de Miguel Ángel, “quitando lo innecesario”,
salían sus bellísimas esculturas.
Pasando por
el bellísimo Golfo de La Spezia llegamos a Le Cinque Terre, uno de los tesoros
mejor guardados de Italia, una porción de terreno suspendido entre la tierra y
el mar que no deja indiferente a nadie.
La zona aún conserva su encanto de antaño y los agricultores continúan
trabajando en los empinados terrenos como lo han hecho durante siglos. Los
pueblecitos son Monterosso, Vernazza,
Corniglia Manarola y Riomaggiore, declarados por la Unesco Patrimonio de la
Humanidad. En la excursión llegamos también a Porto Venere también Patrimonio de la Humanidad, con su Castillo y
al parecer, cantidad de grutas marinas.
El viaje
entre pueblos se hace en tren, entre túneles y acantilados de gran belleza.
Gracias a las “no explicaciones” de nuestro guía, Raphael, no sé en qué pueblos
bajamos del tren. No nos apuntamos a la comida oficial porque Mari Carmen había
leído en los “foros” que no era aconsejable, así que sí sé que comimos en
Monterosso en un excelente restaurante al lado de la playa, “Il Gabbiano” se llama, una fresquísima
ensalada de mejillones, calamares y pulpo, antxoas del Cantábrico, (sí, del
Cantábrico) y otras delicias de pasta, con unos postres caseros de aceptable
calidad. En Monterosso tomamos un Ferry, desde el que pudimos ver todos los
pueblecitos colgados de los acantilados, hasta Porto Venere donde después de
subir hasta el castillo y la pequeña Iglesia, nos esperaba el bus para
devolvernos a Florencia. Nada contra la Agencia organizadora de la excursión,
estaba francamente bien organizada. Todo contra el Guía, Raphael, gracias al
cual y a su mal talante no sabemos nada más de Le Cinque Terre, aunque debo
reconocer que en Porto Venere intentó reconciliarse con nosotras y hasta posó
en una fotografía para que no le olvidemos, aunque le olvidemos…
Llegada al
Hotel, recogida de las “esquirolas”,
Aurora y Tere y cena enfrente del Gilli, en el Caffé Paszkowsky. Nos gustó mucho menos que el Gilli. Tal vez
porque era sábado tenían la música a
tope, casi discotequera, lo que no nos impedía hablar (jajaja) pero sí
entendernos. Cuando nos íbamos al Hotel a descansar, un apuesto mozo se
disponía a tocar el piano y a cantar probablemente un “Stornello fiorentino” o, tal vez, los últimos éxitos de
Eurovisión… ¡Chi lo sa!
Último día.
Desistimos de Siena y San Gimignano, (el “palizón” que llevamos encima es
monumental, además, siempre hay que dejar algo sin ver para volver…) y nos
quedamos en Florencia y valió la pena, nos hubiéramos dejado mucho sin ver. Por
ejemplo, el gran olvidado de Florencia, el Museo
Nacional del Bargello o simplemente El Bargello, un extraordinario palacio
cuya construcción se remonta a 1255 (Su torreón es incluso anterior), que fue
la sede del gobierno más antigua de la ciudad..A destacar del edificio un
mirador que da a una bellísima terraza sobre un patio porticado, solamente el
patio, la escalera y la arquitectura y decoración de sus tres plantas merecen
la visita, pero es que, además, contiene la colección más extensa de Italia de
escultura toscana del Renacimiento.
Vimos obras de un joven Miguel Ángel: El Baco ebrio, el Busto de Bruto, el
Medallón de la Virgen y el Niño, y su David/Apolo. De Donatello : El joven David, deliciosa estatua en bronce,
totalmente diferente al David de Miguel Ángel, y que pasa por ser la primera
estatua desnuda desde la época clásica. También vimos su San Jorge (Donatello) en la que, según dicen, se inspiró Miguel Ángel
para su David. El famosísimo Mercurio
de Giambologna. No me olvido de los dos medallones que representan el Sacrificio de Isaac, que Ghiberti y
Brunelleschi realizaron con motivo del concurso para la realización de la
segunda puerta de bronce del Baptisterio (ganó Ghiberti, como bien sabemos). Ni de un delicadísimo
Crucifijo de madera, al que le falta la cruz, que se atribuye a Miguel Ángel.
En la última planta vimos la soberbia
colección de obras de terracota de la prolífica familia Della Robia. Y la Sala
Verrocchio, con preciosos bajorrelieves y su David de bronce, que se yergue en medio de la sala, con el cuchillo
en la mano y la cabeza de Goliat a sus piés.
Comimos en
la Piazza de la Signoria, en la Terraza del Restaurante “El Cavallino”, después
de habernos tomado un par de botellitas de Chardonnay toscano. ¡Tanto arte por todos los sitios,
tanta belleza concentrada en tan poco espacio, tal vez no llegamos a sentir el
Síndrome de Stendhal, pero deshidrata… ¡
Últimas
miradas al Duomo, a los Uffizi, al Arno,
a Ponte Vecchio a las calles y palacios y a las gentes de Florencia. Al hotel,
un pequeño descanso y al restaurante “La Academia” nuevamente, a cenar. ¡Oh
Cielos¡ No nos dimos cuenta de que al restaurante llegamos solo diez, faltaba
una de nosotras… Nos habíamos dejado en el Hotel a Tere. Fue aguda, enseguida
me llamó por teléfono le dije donde estábamos y salí a mitad de camino a su
encuentro. ¡Qué alivio! Cenamos bien,
todas juntas otra vez y volvimos a cantar con el Jefe del restaurante… “Addio
querido, andiamo domani mattina, arrivederci…”
Esa tarde el
cielo de Florencia descargó una aparatosa tormenta. Resguardadas en la Loggia
de la Signoria, aceptamos de buen grado
el llanto de la capital toscana al saber que era nuestro último día en su
regazo y lloramos con Florencia.
Lunes, 3 de
abril, volamos hacia Madrid con retraso y con pequeñas incidencias de si hay
overbooking, o no, si hay exceso de peso y el avión no puede remontar cierto
montecillo, o no, si alguien se ha puesto enfermo y hay que volver al lugar de
embarque y repostar… Finalmente, todas
en el avión con todo el equipaje, vuelo
estupendo y rápidooooo¡¡¡ Llegamos sanas y salvas. Siempre recordando a las que
os quedasteis en Tafalla…
Algunas cosas he contado, sí, pero como diría el veneciano
Marco Polo “No conté
ni la mitad de lo que vi“. Pero seguramente he olvidado
muchas más, pero digo como dijo el florentino Dante: “No menos que el saber me place
el dudar”. Ahí lo dejo….
Viaje a Lisboa
Marzo 2016
"Para el viajero que llega por mar, Lisboa vista así, de
lejos, se erige como una bella visión de sueño, sobresaliendo contra el azul
del cielo, que el sol anima" (F. Pessoa)
Y a Lisboa fuimos, no por mar, ni siquiera por el Tajo, sino
por el aire, como los grandes, escapando
de una copiosa nevada que nos mantuvo en el Aeropuerto de Noain, encerradas en el avión, durante tres largas
horas y, al fin, con el estómago en la boca por el miedo, doce mujeres doce,
partíamos hacia nuestro deseado destino, la tierra de Camoens, de Vasco de Gama y del Marqués de Pombal, y
de Enrique el Navegante y de Pessoa y Saramago y De Maria Joao Pires, de Amalia
Rodrigues y Maritza y de Figo… dispuestas a :
QUEMAR LISBOA
Trámites rápidos de aeropuerto, tranffer puntual, cheking en
el Hotel, frugal comida rica y barata y a tomar el primer contacto.
El Hotel, Holiday Inn Express, magníficamenmte situado, se
asoma a la Avenida de Liberdade, ¡que bonito nombre! y descendemos por ella,
bajo sus árboles y flanqueadas por numerosas casas estilo art noveau, jardines,
boutiques de las más conocidas firmas y primera sorpresa, el suelo…
adoquines por doquier, imposibles para “tacones imposibles”... y todas,
absolutamente todas las aceras de Lisboa son de adoquines, con bonitos diseños,
sin ellos…, pero adoquines. Cuentan que tras el terremoto de 1755, el 1 de
noviembre, que destruyó el 85% de Lisboa
y mató entre 60 y 90.000 personas, la
ciudad fue reconstruida bajo la supervisión del Marqués de Pombal y, al
parecer, mandó hacer adoquines en forma de rombo con el fin de reutilizar los escombros.
Pombal replanteó la ciudad destruyendo la parte medieval que había resistido al
terremoto e iniciando la reconstrucción de la capital de acuerdo a las nuevas normas
de la época. La cuadrícula usada para distribuir los edificios permitió diseñar
las plazas de Rossio (coqueta) y Comercio (espectacular) y la Baixa.
Destaca en la Plaza de Rossio su estación con puertas en
forma de herradura y su suelo de adoquines ondulados, blancos y negros. La
Plaza ha visto de todo, quema de brujas, toreo, mítines,
la caida de la monarquía y la Revolución de los Claveles, en 1974, que provocó
la caida en Portugal de la dicradura salazarista.
Y la Plaza del Comercio, inmensa, rodeada de tres edificios porticados en forma
de “U” y a la que se accede desde la comercial Via Augusta de la Baixa, bajo el
imponente Arco de Triunfo en el que reza la inscripción.
VIRTVTIBVS MAIORVM VT SIT OMNIBVS DOCVMENTO
Que las virtudes de los más grandes sean una enseñanza
para todos
Plaza que se abre al sur, con una imponente vista del
estuario del Tajo, el Tejo de los
portuguese y que es sin duda la entrada a Lisboa, la puerta de Lisboa.
La Ciudad de las Siete Colinas, como Roma, (pero “sin pretensiones”…
he leido en alguna parte) entre las cuales se establece la ciudad y desde cada
una de ellas, gracias a sus miradores,
podemos descubrir muchos de los secretos que encierra la ciudad: San Pedro de
Alcántara, Santa Lucía, Gracia, Santa Catalina, Nuestra Señora del Monte, sin
olvidar el Elevador de Santa Justa, o elevador do Carmo, que une la Baixa de
Pombal con plaza do Carmo en el Barrio Alto.
Este famoso elevador, fue diseñado por el ingeniero portugués
Raul Mesnier de Ponsard con un estilo muy similar al de Eiffel en la Torre de
Paris. Un ascesor recubierto de madera , con una decoración neogótica asciende
los 45 metros de hierro que lo separan del suelo. Desde la parte a la que llega
el ascensor se accede, por una una escalera helicoidal (¡vaya! de caracol que
diríamos nosotras), a un mirador con una excelente panorámica que yo no pude
disfrutar porque a mitad de la escalera el vértigo hizo temblar mis piernas y
me hizo bajar, pero Bárbara, nuestra fotógrafa de “cabecera” immortalizó para
mí el panorama. Curiosamente, el patio interior de nuestro Hotel también tenía,
como salida de emergencia, dos escaleras helicoidales, en el mismo estilo que
el elevador de Santa Justa, seguramente un homenaje o un guiño al ascensor
lisboeta.
Caminar por el barrio de Alfama, el más antiguo de Lisboa, de origen árabe, de
empinadas cuestas, estrechas y vericueteadas callejuelas con ropas tendidas, en
las que huele a Fado y suena a guitarra
portuguesa. Los tranvías amarillos lo recorren de arriba a abajo descubriendo
las estupendas vistas sobre Tajo.
Nuestra experiencia del Fado no fue totalmente
satisfactoria.Nos dejamos aconsejar por un taxista, antiguo cantante de fados y
que continuaba su afición cantando a viva voz en el taxi, con acompañamiendo de
un CD, mientras hacía la carrera. Después de una rápida cena en el estupendo
“Guilty”nos trasladamos a “La Taverna d’El Rey”. Una taberna pequeña, oscura,
en el corazón de Alfama. Una guitarra portuguesa y una guitarra española, con
sus tañedores respectivos. La madre, las
hijas, alguna empleada del local y un hombre,
sosias él de nuestro José Luis y su Guitarra. ¿Fado “vadío”? ¿fado
“vagabundo”?(llaman así a todo aquel que se realice en tabernas de manera
espontánea y no profesional. Pudo ser el que escuchamos, sí, Fado Vadío, pero…
con muchos peros…
Al pie de Alfama destaca el Museo del Fado, que no visitamos
y la Casa dos Picos, así llamada por su fachada revestida de piedras con forma
de pico y cuya distribución de las puertas y ventanas no parece seguir ningún
patrón regular. Actualmente es la sede del Museo dedicado al Nobel José
Saramago y, sobre todo, destaca la Catedral de Lisboa, la Sé, construida sobre
una mezquita musulmana, con un rosetón que preside la fachada, dos campanarios
románicos y un austero interior con numerosos recuerdos góticos. Celebraban la
misma cuando entramos, se acercaba la Semana Santa y un Kyrie entonado por el
coro, invitaba al recogimiento.
Y El Chiado, recostruido después del terrible incendio que lo
asoló.El Chiado es popular por ser el punto de reunión preferido de los
intelectuales portugueses de finales del siglo XIX y principios del XX; sus
cafés eran los lugares idóneos para tertulias y sobremesas, hoy en día “A
Brasileira” aún permanece abierto. Una estatua de Fernando Pessoa recuerda al
escritor.
Y como no pasear por Príncipe Real y el Barrio Alto? Opuesto
a Alfama, el Barrio Alto, está repleto de escaleras y calles laberínticas, y
bares y tiendecitas, en él se encuentra el
Convento do Carmo, de la Orden del Carmen, única iglesia de estilo gótico de
Lisboa. Afectado por el terremoto que sacudió Lisboa en 1755 (Lisboa gira en
torno al terremoto), los temblores destruyeron buena parte del edificio de la
iglesia. Sus arcos góticos se conservan desnudos.
Y Príncipe Real, a donde el Barrio Alto extiende su filosofía
bohemia y donde artistas y diseñadores y la comunidad gay aportan su ambiente
relajado y creativo. Era domingo y la plaza estaba en obras, por lo que no
pudimos disfrutar plenamente de sus mercados y tiendas, aunque sí hicimos
algunas compras. Disfrutamos de un buen vinito blanco con unas aceitunas
portuguesas (¡Dónde estén las de Aragón!) y una rica comida en uno de los
restaurantes de la zona, “La Paparrucha”, recomendable por el vino, la comida y
la excelente panorámica desde su patio-mirador.
También la Basílica
Neoclásica de La Estrela que alberga una curiosa historia: D. Maria I, hija de
José I, prometió que construiría una iglesia si engendraba un hijo que pudiera
heredar el trono de Portugal. Tras el nacimiento del niño se inició la construcción de la Basílica pero dos
años más tarde, el niño murió de varicela. La Basílica alberga un bellídsimo
“Belén” formado por más de 500 figuras de corcho y terracota. Al mismo tiempo
que nosotras, un grupo de niños y niñas Scouts visitaban el Belén y aunque no
era el “tiempo”, sí que era el “lugar” y decidimos cantar un villancico
tradicional. Cantamos el “Adeste Fideles”, dejando a niños y moniotores con la
boca abierta.
Obligado, el tranvía 28, un tranvía que en cualquier otra
ciudad del mundo estaría expuesto en un museo pero Lisboa es otra cosa, y el 28
pasa por los barrios emblemáticos de la ciudad, ya que serpentea por el Barrio Alto, la Baixa, el distrito
de Alfama y pasa por delante de la Catedral Sé y el mirador de Santa Luzia, Estrela
y su magnífica Basílica, eso sí, no olvides controlar el bolso pues es lugar
apetecido por los amigos de lo ajeno.
Y ya estamos a orillas del Tajo, Tejo para los portugueses, de ese Tajo de más de 1000 kilómetros que
baña media España y desemboca en Lisboa en un estuario en el que el río e i nvadido
por el mar vestido de un intenso azul como el cielo y enorme y confundido con
el Atlántico.
Cruzamos el espectacular Puende “25 de Abril” Puente de
Salazar hasta la Revolución de los Claveles), estructura de tres km de hierro por
la que trenes y coches cruzan el Tajo hasta el barrio de Almada, donde se encuentra el monumento a Cristo Rey
que recuerda inevitablemente al de Río de Janeiro. Con 28 metros de altitud,
hay un ascensor, que sube a un mirador desde el que las vistas sobre Lisboa y
el Puente deben ser espectaculares. No lo subimos pero la panorámica no es
menor desde el pie del monumento.
Y estamos en Belém donde la
brisa atlantica, los barcos y los monumentos te transportan a la era de los
descubrimientos; de ahí zarparían en sus viajes a las Indias los grandes
descubridores.
Belém, el barrio de la
Torre, del monumento a los Descubrimientos, con su caravela cargada de
navegantes que parece adentrarse en el Atlántico en busca de nuevas rutas
marinas. El barrio de los pasteles, riquísimos de verdad y, sobre todo, por
encima de todo El Monasterio de los Jerónimos, la visita más importante de
Lisboa, una de las más grandes obras de
estilo gótico manuelino, Patrimonio de la Humanidad , en cuya iglesia yacen
Vasco de Gama a un lado y el poeta Luis de Camoes al otro, que, como nos
enseñaban en el cole, es autor deOs
Lusíadas, poema épico que homenajea los logros de Vasco de Gama. Fernando
Pessoa y el Rey Manuel, también descansan en el Monasterio.
Imponente y preciosa fachada exterior del Monasterio, bellísima
la enorme Iglesia de una sola nave, con una grandiosa bóveda de crucero y con
una serie de columnas con abigarrada decoración manuelina que, dicen, recuerdan
troncos de árboles. Espectacular y absolutamente recomendable la vista de la
iglesia desde el coro. Y espectacular también el maravilloso claustro, de dos
pisos profusamente decorado con sínbolos de la éspoca (un astrolabio esférico,
entre otros), festones, torrecillas y en el que la belleza, la paz y el
silencio sobrecogen.
“Lisboa es una novela que se lee sin querer soltarla” leo por
ahí y es cierto. Pero queríamos conocer otros lugares y de la mano de nuestros
guías, Samuel, David y Joao dejamos la
novela, dejamos Lisboa y nos dirigimos a Sintra y Cascais.
Atravesamos el Acueducto de Aguas Libres, que trae a Lisboa
el agua desde Sintra. La obra comenzó en 1732 y resistió el terremoto de 1755.
Según nuestro guía está construido “piedra sobre piedra” es decir, sin
argamasa, hecho que no he podido confirmar. Sobre el Valle de Alcántara se
encuentra la porción más monumental: un conjunto de 35 arcos, 14 góticos
ojivales y los restantes semicirculares, con una altura de 65 metros. Entre ellos se encuentra el
mayor arco de piedra del mundo con 32 metros de abertura.Sobre el acueducto se
había habilitado un camino público que fue cerrado en 1853, luego de una
extraña ola de suicidios que finalmente tuvieron su explicación con la
detención de un cruel ladrón, llamado Diogo Alves, quien luego de robar a sus
víctimas las arrojaba desde lo alto...
Seguimos nuestro camino con una breve parada en el Palacio de
Queluz, conocido como el Versalles portugués y continuamos hacia Sintra.
Antigua residencia de la familia real portuguesa y Patrimonio de la Humanidad.
A destacar la hermosa ciudad, plagada de estrechas y empinadas callejuelas, sus
fuentes y sus Palacios: el Palacio Nacional en el centro del pueblo, el de los
Moros y el Palacio da Pena.
Situado en la parte más alta de la Sierra de Sintra, el
Palacio da Pena está declarado Patrimonio de la Humanidad. Se trata de un
precioso edificio mezcla de diferentes estilos arquitectónicos, algunos de gran
belleza y otros algo “orteras” y que constituye una de las mayores expresiones
de palacio romántico del siglo XIX. Tanto el edificio, como los jardines y las
vistas de la Sierra de Sintra son impresionantes. En su interior se distribuyen
numerosas terrazas, miradores y habitaciones: un comedor dispuesto para la
cena, los dormitorios de la familia real o los salones . A destacar la cocina,
repleta de utensilios, moldes y cacerolas.
El Servicio de
Inteligencia portugués debió enterarse de que Eva y sus amigas viajeras, tenían
intención de “quemar” Lisboa así que, durante toda la visita estuvimos
custodiadas por dos “cazas” portugueses que vigilaron desde el aire cada uno de
nuestros movimientos.
Desde Sintra, nuestra siguiente parada es el Cabo de Roca y
sus bellos acantilados que son el punto más occidental de la Europa Continental.
Impresionante, la vista es magnífica, un mar inmenso separado del cielo por una
interminable línea curva que te advierte que si la tierra no acaba allí, en esa
línea, sino que sigue y sigue, desde
luego es redonda.
Y para terminar, Cascais, bonita ciudad que pasó de ser
pueblo de pescadores a centro de veraneo de la clase alta portuguesa . Es
agradable pasear por su casco urbano, pasarse por la Praia dos Pescadores o
escuchar el sonido del mar chocando contra las rocas de la Boca del Inferno.
Ya de vuelta pasamos por Estoril, retiro de monarcas y
aristócratas. Pasamos sin detenernos por su famoso Casino, centro de
operaciones de espías ingleses y alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y
fuente de inspiración para el periodista Ian Fleming para crear el personaje de
James Bond en su novela Casino Royale.
Y como no?, por Villa Giralda,
exilio de Don Juan de Borbón y en la que
se produjo el fatal accidente que costó la vida a Don Alfonso y en la que se
habrán cocido no pocos hechos de nuestra historia reciente.
Habíamos comido en un restaurante del camino y como no podía
ser de otra forma, muchas de nosotras pedimos “bacalhau”. Dicen que los portugueses son unos de los
mejores elaboradores de bacalao del mundo, de hecho lo preparan de mil maneras
diferentes. Pues bien, tengo que confesar que mi bacalao no fue, ni mucho
menos, de los mejores que yo haya comido en mi vida, de hecho, en nuestros pagos he comido bacalaos
mil veces mejores. Eso sí, al atardecer disfrutamos de una de las mejores
puestas de sol que yo he visto. Un sol rojo, como una bola de fuego atravesaba
implacable la línea del horizonde, escondiéndose en ese mar que busca América,
como queriendo hacerse invisible para nosotros para empezar a asomarse en el
otro hemisferio de este planeta.
Y fin de viaje, doce mujeres doce, unas con las entrañas
abiertas, otras con los ojos vidriosos, algunas con diarreas por rotavirus y
las más, fuertes y sanas cual manzanas, nos dispusimos a hacer las maletas para
volver, despues de cinco magníficos días de convivencia perfecta bajo el sol y
al calorcito de Lisboa, a las nieves invernales de Pamplona. Las mismas nieves
que dejamos a la ida,nos recibieron a la vuelta y el mismo guapo piloto que nos
llevó nos trajo. ¿Sería él el “gafe”, el culpable de las dos mayores nevadas
del invierno? ¿o fuimosnosotras las maléficas? “Quem sabe!” que dirían los
porugueses.
Y digo, una docena de mujeres que podíamos haber sido docena
y media… Se nos descolgaron: Alicia, mi
concubina en New York; Atxen, mi hermana; Tere e Inma, mis primas; Ana Luisa,
que seguramente tenía mejores cosas que hacer y Trini, a la que un coche, conducido
por un ciego condutor, atropelló en un paso de cebra mientras ejercía de cuidadora y la cambió de
lugar… la hizo pasar esa línea tan sutil: de ser cuidadora a necesitar ser
cuidada…. Nos hemos acordado un montón de todas vosotras , chicas y habéis sido
el granito de sal que ha faltado a este viaje a Lisboa, tan pequeño pero que
tanto se echa en falta.
Y termino ya este relato, que se me ha hecho demasiado largo,
con otra frade de Fernando Pessoa:
“Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que
vemos, sino lo que somos”
Pues amigas mías, sois, somos excelentes compañeras de viaje.
Sin vosotras, no hubiera sido lo mismo.
VIAJE A CROACIA ABRIL 2015
Este año 2015, después de la boda
de Cecilia, he ido con mis queridas
amigas de Tafalla de “Viaje de Novias”. Once
mujeres hechas y todavía bastante derechas… Destino:
DUBROVNIK
Una mañana
tranquila, soleada y después de dos horas escasas de vuelo, aterrizamos en Dubrovnik, en la costa adriática de
Dalmacia. Capital de la antigua República de Ragusa, la “Perla del Adriático”
para Oscar Wilde, cuyo lema era: Non
bene pro toto libertas venditur auro, o lo que es lo mismo, la libertad no se vende ni por todo el oro
del mundo. Y así fue. Durante siglos, la ciudad se mantuvo como una ciudad-estado
independiente frente a los poderosos
venecianos al norte y los otomanos al sur gracias hábiles pactos y
negociaciones dignos del mismísimo Maquiavelo.
Ya
en el Siglo XIX un decreto napoleónico puso fin a la República de Ragusa, que
fue incorporada al Reino napoleónico de Italia. Vino después la soberanía
austro-húngara de los Habsburgo y ya en el siglo XX la soberanía de la
Yugoslavia de Tito. En 1991, tras la
independencia de Eslovenia, los
electores de la región de Dubrovnik votaron, casi de forma unánime, por la
República de Croacia independiente de Yugoslavia. Para detener ese proceso de
independencia el ejército, compuesto en su mayoría por serbios y montenegrinos,
declaró la guerra a los croatas. Lanzó un ataque de extrema virulencia sobre
Dubrovnik el 6 de diciembre de 1991 sitiando la ciudad durante 6 meses Nuestra
guía, Sanja, tenía 14 años cuando esto sucedía y jamás podrá olvidarlo.
Hoy en día, las únicas huellas que quedan del
asedio son los tejados de las casas, fácilmente identificables por su nuevo
color rojo y las marcas de algunos proyectiles a la entrada de la ciudad antigua
por la Puerta Pile.
Rodeada de montes
rocosos por detrás y por delante por las azules aguas del Adriático, Dubrovnik
se ha convertido en un destino turístico de primer orden al que no recomendaría
ir en temporada alta, por el calor y por la masiva afluencia de turistas y
cruceros que supongo deben hacer imposible pasear y ver la hermosísima ciudad.
En nuestros
paseos por Dubrovniv, recorrimos la fabulosa muralla de la que sus habitantes
cuentan orgullosos que sus imponentes muros
nunca han sido derribados. Un paseo absolutamente recomendable por sus
1.940 metros de longitud que circundan toda la ciudad, con sus torres y
bastiones y sus 750 escaleras que para un grupo de jovenzuelas, como nosotras,
fue como coser y cantar.
Y patear la
ciudad llena de iglesias barrocas, palacios venecianos, de callejuelas
estrechas, de terrazas y tiendas llenas
de encanto, especialmente por la noche. Nada ni nadie podía ocultarnos la
belleza de Dubrovnik de noche, la calle
principal o Stradun, paseo favorito o
lugar de encuentro de dubrovnianos y turistas, en la que su brillante e inmaculado suelo, al
parecer de piedra caliza pulida, refleja
las luces de las farolas y los magníficos palacios de tal manera que yo diría es
de mármol.
Nadie andaba a
esas horas por las calles y era un deleite patear la ciudad, desde las tabernas
del Puerto Viejo, pasando por los
Palacios de Sponza y de los Rectores, con la única presencia del omnipresente
San Blas (27 estatuas en la ciudad) y la del Caballero Roldán (Orlando, para
ellos) que, como sabemos, murió en
Roncesvalles y que no sé muy bien que pinta ahí. Solo sé que su brazo
derecho se tomara como unidad de medida de longitud; es lo que se llamaría “el brazo raguseo”, equivalente a 52,2 centímetros.
Y decía patear
la ciudad desde el Puerto Viejo hasta salir por la Puerta Pile, en la que cada
noche “Sandro”, cantante callejero, nos esperaba para regalarnos un poco de su soledad y alguna de sus canciones y permitirnos participar en ellas, bien
haciéndole los coros, bien improvisando un salón de baile al aire libre, bien
ayudándole a recaudar algunas “kunas” para cenar caliente.
Y de Dubrovnik
a Montenegro, concretamente a Kotor
y Budva, Noventa y tres km por la maravillosa costa adriática en un día lleno
de sol y luz, pasando por la fértil tierra de Konavle, de colinas llenas de olivares
y viñedos y que fuera también ocupada durante la guerra y cruzando la frontera de Croacia-Montenegro hasta
adentrarlos en la increíble Bahia de Kotor, de unos 30 kilómetros de longitud y
que recorrimos en nuestro autobús
siguiendo las explicaciones de nuestra guía Sanja.
Es una bahía
sumamente accidentada que la llaman «el
fiordo más meridional de Europa». En realidad es el cañón sumergido del
desaparecido río Bokelj. El espléndido día, la luz, el azul del cielo, el turquesa
del agua del mar, el verde intenso de los montes y el gris y ocre de las rocas,
hacen que el recorrido por la bahía sea simplemente espectacular. En medio de las aguas, dos minúsculas islas,
una natural y otra artificial. A la artificial, los lugareños cada año siguen
llevando en sus barcas pequeñas rocas para hacerla crecer, pero la bahía es
profunda y la isla permanece inalterable.
El casco
antiguo de Kotor tiene forma de triángulo. Un variado pasado en manos de
turcos, venecianos, eslavos, franceses, austro-húngaros y griegos hacen de esta
cuidad un pequeño pero curioso trozo de la historia de Montenegro. Los frutos
de este pasado, son los hermosos monumentos que hoy podemos ver en Kotor entre los que destacan la catedral y los
edificios que rodean la Plaza, en la que hicimos un merecido descanso
saboreando un vinito blanco y unas excelentes tartas típicas de la zona. Una
curiosidad, en Montenegro es obligatorio que todo se rotule con caracteres
latinos y cirílicos.
Las murallas
de la ciudad miden cerca de 5 Km. de longitud. Declaradas Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO, Sanjia nos comentó que, después de la Muralla China
que es la más larga, la de Kotor es la segunda más larga del mundo y la más
larga de Europa. No lo he comprobado así que lo apunto por si alguien quiere comprobarlo.
No recorrimos la muralla como sí hiciéramos en Dubrovnik y no porque no estuviéramos en forma para
recorrer sus 5 kilómetros y sus 1.426 escalones, sino porque Nikolas, nuestro encantador y sensible guía local,
tenía prisa para enseñarnos Budva y
sobre todo para llegar prontito a comer a casa de su querida madre.
Y de Kotor a
Budva.
Budva debe ser
como la Ibiza española, que en verano se convierte en una gran discoteca al
aire libre. Nosotras visitamos únicamente la Ciudad Vieja y casi toda la arquitectura
es de estilo veneciano. Puertas, marcos, ventanas, balcones y otros detalles.
Nos sorprendió una casa reconstruida después del gran terremoto, con las
piedras numeradas una a una. La ciudad vieja Incluye varias Iglesias, una de
ellas Ortodoxa (serbia?) en la que nos fotografiamos con el Pope. Comida
marinera bajo el sol del Puerto y regreso a Dubrovnik, ahora sin recorrer toda
la Bahía de Kotor con nuestro autobús, sino cruzándola en un Ferry, que nos
puso más cerca la antigua Ragusa pero que nos negó volver a disfrutar de la
hermosísima Bahía en el atardecer.
Y ya, a Split,
centro neurálgico de la costa Dálmata. Madrugamos, porque los 250 km que la separan de Dubrovnik cuesta tres horas
largas recorrerlos. En el camino, lo primero que encontramos es el Delta que
forma el río Neretva en su desembocadura en el Adriático. Rio más que conocido,
especialmente por el famoso puente en la ciudad bosnia de Mostar, bombardeado y
destruido el 9 de noviembre de 1993, reconstruido posteriormente y que forma parte del Patrimonio de la Humanidad. El
delta forma tierras enormemente fértiles para la agricultura y ¡ojo! para las
ostras…Las ostras de Dubrovnik (que probamos) tienen fama precisamente por las
bondades de la gran cantidad de minerales que arrastra el rio en su
desembocadura.
Y parada
obligatoria en Neum, ciudad bosnia.
Sí, bosnia por lo que tenemos que efectuar los trámites propios de cruce de
frontera. Enclave realmente curioso: la ciudad costera de Neum es la única
salida al mar del estado de Bosnia-Herzegovina y supone una ruptura en la continuidad
del territorio croata. Ocho km que dejan casi aislada a la ciudad de Dubrovnik del resto del
país.
Y por fin,
Split. No disponíamos mas que de tres horas, así que nos limitamos a visitar el
paseo marítimo, las casas, plazas y palacios próximos y el centro histórico con el imponente Palacio
de Diocleciano. El Palacio, perfectamente conservado, fue mandado construir por
Diocleciano, nacido en Salona (en las proximidades de Split) y quien aunque de
baja cuna, hizo multitud de negocios llegando a Emperador de Roma. Su
construcción empezó hacia el 293 d.C. y se extendió hasta el 305 d.C., y allí
vivió el emperador hasta su fallecimiento el 3 de diciembre del 316 d.C. Tras
la caída del Imperio romano, las estancias de la fortaleza fueron utilizadas
como alojamiento por parte de los habitantes de zonas aledañas, pasando a
convertirse en una verdadera ciudad.
Visitamos el
imponente Mausoleo, tumba del emperador, que con la llegada del cristianismo se
convirtió en Catedral que también visitamos ¡Quien le iba a decir al Emperador
que lideró una de las últimas persecuciones contra los cristianos que sobre su
tumba se iba a edificar una catedral. Caprichos del destino¡,
Visitamos
también el Templo de Júpiter, con una
entrada profusamente decorada y que en su interior guarda un baptisterio
cristiano y una escultura del siglo XX creo recordar del famoso escultor croata
Ivan Mestrovic. Visitamos el Peristilo
con cantidad de columnas de mármol y granito rojo y esfinges traídas de
Egipto y con sus suelos de mármol y piedra caliza pulida. El Peristilo en
algunas zonas está cerrado por casas góticas y renacentistas habitadas. Ver las
magníficas columnas entre casas habitadas y con las ropas tendidas, hacen el
conjunto cuando menos curioso.
Los sótanos están
perfectamente conservados y puede apreciarse la planta del Palacio. Nos contó
la guía local, (estupenda por cierto y con acento argentino (ezte¡¡¡) que a
medida que se iban construyendo las diversas casas aprovechando “el palacio”,
los escombros se iban “tirando por agujeros hacia abajo” y cuando se limpió la zona vaciándola de
escombros, aparecieron los sótanos perfectamente conservados, que habían resistido, guerras y
terremotos.
Y salimos de
Split no sin antes comer en el Paseo Marítimo, y no sin acariciar el dedo gordo
del pie izquierdo de una descomunal escultura de bronce de Ivan Mestrovic que
garantiza volver a Splt, como la moneda en la Fontana de Trevi garantiza la
vuelta a Roma.
Cuatro días, cuatro Países .¿Se puede pedir más? Y ya manos a la obra… Hay que empezar a organizar el siguiente viaje.
New York - Marzo 2014
Mannahatta, o
isla de las colinas según su vocabulario indígena
O La Gran
Manzana, como la llamara John J. Fitz
Gerald
O La Ciudad
que nunca duerme, así llamada porque la
mayor planta de gas y electricidad del mundo había sido instalada para
abastecer a la ciudad de Nueva York.
O Empire
State, nombre que le dio George
Washington elogiando la resistencia de
los neoyorquinos en la Guerra de la Independencia.
O Gotham, nombre
con el que Washington Irving se refiere a la ciudad de Nueva York de forma
sarcástica. (Gotham es un pueblo de Inglaterra, cuyos habitantes se hicieron
pasar por locos para evitar que un camino real atravesara el pueblo con el
consiguiente temor a perder sus tierras. En aquella época se creía que la
locura era contagiosa y por ese motivo el camino fue desviado. Desde entonces
se considera a Gotham como el paradigma de la locura y la estupidez. Gotham es
también el nombre de la ciudad ficticia basada en Nueva York del superhéroe
Batman.
O simplemente
Nueva York.
Y tembló Nueva
york con nuestra llegada, doce mujeres doce.
Check in en el Hotel, en el corazón de Broadway, y doce
mujeres juntas… a la calle “Vade retro Satanás”. El frío es intenso y todavía
quedan restos de la nieve que ha cubierto la ciudad durante el invierno.
Delante de
nosotras, Times Square, la zona más viva de Manhatan , llena de luz, carteles
publicitarios, bares, restaurantes, tiendas y gentes y gentes yendo o viniendo
para aquí o de allá. Y en la plaza, entre desfiles de modelos, anuncios de mil
y un productos de consumo, y entre todos, uno destaca, es “el beso” de un
marinero a una enfermera que se convirtió en el símbolo del fin de la Segunda Guerra
Mundial. Casualidades de la vida, estando allá y no acá, ha muerto el marinero
que protagonizó la foto. ¡Descansa en Paz, chaval!
Al día
siguiente, excursión de “Contrastes”. El Bronx, tal vez uno de los más
peligrosos barrios de Nueva York, con sus grafitis y pandillas callejeras, con
peleas e incluso muertes no siempre ocasionadas por las pandillas, sino también
por la propia policía y que generalmente son por tráfico de drogas. Escuelas
con alambradas y rejas para evitar las peleas entre pandillas. La esperanza de
vida para un chaval que forme parte de una es de 22 años. Las muertes de
chavales quedan reflejadas en grafitis en el lugar en el que murieron. Se ven todavía en algunos muros los
impactos de las balas. Woody Allen y Jenifer Lopez nacieron en el Bronx.
Y del Bronx a
Queens, el barrio más extenso y el étnicamente más poblado de Nueva York. En él
se hablan más de 130 lenguas. El Sueño Americano en todo su esplendor.
Mansiones unifamiliares con jardines perfectos. Coches espectaculares a las puertas de las casas y otros en los
garajes, colegios privados de precios imposibles. Nada de puertas blindadas o
ventanas enrejadas como en el Bronx. Queens se está convirtiendo en un
importante centro artístico, cultural y literario.
Y de Queens a Brooklyn,
un barrio de bohemios, artistas, cafeterías, hippies y con espléndidas vistas a Manhattan, pero un poco más allá,
Williamsburg, la zona donde reside un gran número de judíos ortodoxos. No
bajamos del coche porque realmente impone tanto o más que el Bronx. Proceden en
la mayoría de países del este y se organizan en comunidades aisladas dirigidas
por un rabino y como en muchas culturas, la peor parte se la llevan las
mujeres. Todas vestidas igual, con ropas oscuras, faldas debajo de las rodillas,
zapatos tipo manoletinas, con idénticas pelucas y gorros que ocultan su cabeza
rapada (cuando se casan, deben raparse el pelo) y empujando cochecitos con
bebés por la calle. Todas sacadas del mismo molde. Ellos, vestidos de negro,
con sus sombreros y dos tirabuzones laterales. No se cortan la barba. Viven en
casas austeras, sin coches flamantes a la puerta, pero conforman una de las
comunidades más ricas de Nueva York, según he leído por ahí, representa un 35%
de la economía de la ciudad. Son los dueños de Tiffany’s, de la mayoría de
tiendas de diamantes, de los taxis, de grandes compañías multimedia y ahora
también del Rockefeller Center.
Y de nuevo a
Manhattan y en o desde Manhattan otros mundos y otras visitas obligadas: La
Estatua de la Libertad, regalo de Francia, se eleva en un islote a la entrada
del puerto Y Ellis Island, donde 5.ooo inmigrantes diarios llegaban a un nuevo
mundo con la esperanza de un futuro mejor. Solo las vimos desde el Ferry que
desde Battery Park lleva cada media hora a cientos de trabajadores de una isla a
otra.
Y la Zona Zero, donde estaban las
Torres Gemelas, con una enorme piscina en cuyo perímetro están grabados los
nombres de las miles de personas víctimas del atentado y en la que se eleva
ahora la Freedom Tower, la torre más alta de Nueva Yory que se inaugurará en
abril. Sobrecogedor.
China Town, el paraíso de las
falsificaciones, y que se ha comido literalmente a Little Italy. Y el Soho,
Greenwich Village y Clealsea con deliciosas fachadas típicas con escaleras
liberadoras en caso de incendios y tiendas de moda y marcas conocidas y precios
también conocidos.
Y Rockefeller Centre y el Empire
State en los que sus ascensores, en 43 segundos, te transportan casi al cielo,
desde donde altos y pequeños se ven todos de la misma altura, todos iguales.
Jamás me había sentido tan alta. Y el Flatiron,
Central Park, el pulmón de Nueva York, con el Moma, el Metropolitan, el
Guggenheim, el Carnegie Hall, y un poquito más al Norte la Universidad de
Columbia y Harlen, feudo de la comunidad negra, donde asistimos en una iglesia
baptista a una misa con Gospel, en la que tras los cánticos, las arengas a voz
en grito y con un ritmo monótono y constante del predicador y predicadora y las
exclamaciones de Eimennnnn (Amen), Aleluiaaaaaaaaaa, , In the name of
Goddddddddd, in the name of Jesussssssssssss y otras similares, los fieles iban
entrando en trance, no los más jóvenes que, probablemente obligados por sus
padres a asistir al Servicio,
permanecían sentados y callados en sus bancos, ignorando lo que sucedía
a su alrededor y mirando sus móviles o relojes esperando ansiosamente la hora
de salir.
¿Movernos en
Nueva York? De muchas maneras. En el Ferry, para ir río abajo y entrar al
Atlántico y acercarnos a la Estatua de la Libertad y ver el SkyLine con la
imponente iluminación nocturna y aún con el miedo de alguna de nosotras de que
“cediera” la barandilla del barco y cayéramos todas a las negras aguas del
Hudson. O en metro, fácil, Uptown o Downtown, p’arriba (al norte) o p’abajo (al
sur), nunca lo encontramos abarrotado. O en taxi, con un taxi driver casi
siempre de India, Bangladesh o hispano y barato, una carrera media no cuesta
más de 10$ y, ¿Cómo no?, en limusina. Después de 12 copas en el Hotel Plaza
(entendedme bien, una cada una) no podíamos regresar de cualquier manera al Hotel,
así que tras el regateo de MC, el guapísimo chofer negro consintió, a buen
precio, que las 12 mujeres 12, con 24 bolsas 24 de compras varias, nos
metiéramos en las 10 plazas de la limusina, amontonadas unas encima de otras,
cual sacos de harina y llorando de risa y de miedo alguna… porque pensaba que
duraba demasiado el viaje, que nos llevaba por lugares oscuros y que podíamos
acabar en alguna organización de trata de blancas. No fue así, nos llevó al
Hotel después de un buen paseo por la gran urbe. ¿Qué hubieran pagado por
nosotras?, ¡se perdieron unas buenas prendas…¡ Y la mejor manera de moverse?
Andando, desde luego… Total la isla tiene 22 Km de norte a sur, una Romería a
Ujué, y apenas 4 Km de este a oeste, una
vuelta a la Vuelta del Castillo, poca cosa para estas mujeres habituadas a la
marcha, y es sin duda la mejor manera de
descubrir paisaje y paisanaje.
El lunes 17
era San Patricio, fiesta grande de Nueva York y por muy poquito no pudimos
participar en el impresionante desfine por la Quinta Avenida las doce mujeres
doce que seis días antes habíamos tomado Nueva York y que ya nos estábamos
empezando a sentir como Newyorkers, pero sí participamos en la Maratón del
domingo, corriendo las doce como locas por la calle 42, 43, Séptima Avenida
detrás de los maratonianos y maratonianas, intentando encontrar un bus que nos
llevara a Harlen y a la Misa. Misión imposible, optamos por el metro.
Y ya comida
rica en un Pub irlandés, maletas, taxi y al aeropuerto JFK. Otra vez la Ciudad
y sus luces a nuestros pies y entre el viento
a favor y la rotación de la tierra, en seis horas y media aterrizábamos
en Madrid.
Madrid,
Madrid, Madrid… que hermosa ciudad, tus plazas, tus mercados, tus calles y
callejuelas. Que bien nos sentaste a las 12 mujeres 12. Te dedicaremos más
tiempo en cualquier momento.
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15 de Diociembre de 2013
A la Valdorba el día de la Trufa
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20/2/2013
Viaje a Estambul:
Ya de vuelta de Estambul.
La ciudad de las mezquitas, con sus
minaretes y sus lámparas de telas de araña, y sus azulejos de Iznik y sus
alfombras. Y el mihrabs orientados hacia la Mecca, y el púlpito para el
predicador, y el palco con celosías para el sultán y las fuentes para las
abluciones rituales (lavar la cara, la boca, las orejas, los brazos hasta el
codo y los pies –no vi mujeres haciendo abluciones-). Galerías y balcones para
que las mujeres se coloquen siempre separadas y detrás de los hombres, y las
inscripciones en árabe con los nombres de Alá, Mahoma, sus hijos y
nietos.
Cinco veces al día llama el muecín a la
oración: cuando sale el sol; cuando el sol acaba de sobrepasar su cenit; cuando
la sombra del cuerpo es del mismo tamaño que la figura; cuando se pone el sol,
y cuando cae la noche de forma que “no pueda distinguirse un hilo negro de un
hilo blanco”. Siempre en función del sol, por eso, no se da ni un solo momento
en que el rezo no es llevado a cabo en alguna parte del mundo
Cinco veces al día las 2.700 mezquitas
de Estambul suenan al mismo tiempo, recuerdan los muecines a la vez con sus
monodias que es la hora de apartarse algunos minutos de las preocupaciones del
día y de rezar, de recitar versículos del Corán que canta el imán con
movimientos rituales: de pié, como hacen los judíos, de rodillas como los
cristianos y ellos añaden la postración. Todos descalzos y limpios
y ellas, además, con la cabeza cubierta. De verdad, impone.
TopKapi, con el Harén y sus intrigas,
los eunucos negros, las favoritas y la figura dominante de la incontestable
sultana madre, desde donde gobernaba en todo el imperio por la enorme
influencia que tenía sobre sus hijos.
Y Kunkapi, lleno de restaurantes
especializados en pescados en los que nunca falta música popular turca y
Sultanahmed, corazón de la parte antigua, con Santa Sofía y la Mezquita Azul y
el maravilloso y laberíntico Gran Bazar y el coqueto Bazar de las
Especias de los que no es posible salir sin comprar bolsos falsificados, o
relojes, o especias o lámparas o alfombras o delicias turcas o especias y tés,
o bombillas o toallas o paraguas y grifos para duchas, después de un durísimo
regateo.
Y al otro lado del Puente de Gálata,
Beyoglú con la Torre que domina todo el Cuerno de Oro, y la moderna
Estambul, Istiklal y Taksim, y el Palacio de Dolmabahce, al más puro estilo
centroeuropeo, y el Hotel Pera Palace en el que Ágatha Christie escribió su
“Asesinato en el Orient Express” y en el que aún se siente su presencia.
Y el Mar de Mármara abierto al
Mediterráneo y al Mar Negro (o casi cerrado) y el Bósforo con su Cuerno de Oro
y, en fin…
…Asia a un Lado
al otro Europa
y allá en su frente, Estambul…
…que es mi barco mi tesoro
que es mi Dios la libertad
mi ley la fuerza y el viento
mi única patria, la mar…
Y sus gentes, gentes abiertas,
simpáticas, hospitalarias, guapos ellos, hablando todas las lenguas casi sin
acento (al menos español) y en perfecta convivencia de culturas y religiones. Y
el omnipresente Ataturk, fundador y primer presidente de la moderna República
Turca.
Y todo aderezado por diez mujeres
maravillosas que consiguen que cualquier roce, cualquier problema, cualquier
diferencia solo sirva para echarla a la basura o al Bósforo o para hacer
cuatro risas y un poco más tarde otras cuatro.
Esta ciudad te pide volver. Hemos dejado
sin ver muchas cosas adrede…Volveremos.
Van un par de fotos de las chicas de los muchos oros.
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Viaje a Toledo regalo de mis compañeros de trabajo
16 de junio de 2012
estilo Mudéjar y primeras fotos de los japoneses (al menos de ojos rasgados) que llegaron a Toledo.
Viaje a Toledo regalo de mis compañeros de trabajo
16 de junio de 2012
16 de junio,
hace un mes que me he jubilado, madrugón¡ He madrugado como en los malos
tiempos de “en activo”: las 6 de la madrugada. Pero ¿Cómo es posible que haya
personas que se levantan cada día a esa hora?. No puede ser bueno para el
cuerpo. Me ha costado situarme y recordar el porqué me levantaba tan temprano:
la culpable, la cajita del PalnB:
Nos vamos a
Toledo¡¡¡¡¡¡¡¡¡ La Ciudad
de las tres culturas: musulmana, judía y cristiana y muchas más: romana,
visigoda, comunera, republicana y nacional, la de la noche Toledana, la de
Garcilaso y la de “La
Celestina” , la del Greco y su Señor de Orgaz, la de la Escuela de Traductores, la
de algunas de Leyendas de Bécquer, la del Palio y la Custodia, la de
callejuelas estrechas y empinadas, la de mezquitas, sinagogas, monasterios y
conventos, la de curas y militares…
El viaje? A la
antigua usanza. Con “companaje”: un buen pan, un buen jamón, lomito de caña y
chorizo y por supuesto, tinto navarro. La gente ya no lleva companaje, nosotros
lo hacemos. ¿Y? Pues después de tanto preparativo, no nos entró el hambre hasta
Madrid, así que no sacamos las viandas hasta poner pie en Atocha y ya en la
estación, nosotros y un señor de Puerto Llano (no era de Murcia) que andaba por
allá, nos sentamos, preparamos los bocatas, los vasos de vino y ante la mirada atónita,
crítica, curiosa, incrédula y desde luego envidiosa de los muchos viajeros que
deambulaban de andén a andén, empezamos nuestro almuerzo que continuó y terminó
en el Ave hacia Toledo.
Preciosa
Estación la de Toledo, nueva, aunque de
estilo Mudéjar y primeras fotos de los japoneses (al menos de ojos rasgados) que llegaron a Toledo.
Taxi, cruzar
el Tajo subir, subir y subir y al “Fontecruz Palacio Eugenia de Montijo” como
os dije, en el corazón de Toledo, a escasos 200 metros de la Catedral. Dejar
las maletas en nuestra habitación –cama con dosel-, (con cierto miedo de que
nos cayera encima en nuestro descanso, pero estaba bien sujeto, bien clavado) y
a la Catedral,
en la puerta teníamos cita a las 12 con Ruth, nuestra guía toledana.
Y allá estaban
los japoneses (al menos de ojos rasgados) con sus NIKON sacando fotografías
a los invitados a una boda que, con sus vestidos largos de generosos escotes y
zapatos de tacón inverosímil ellas,
trajes pasados de moda ellos, niñas con lazos por doquier y niños con su
mocasines marinos y sus calcetines blancos, aguantaban un sol de justicia esperando
pacientes la llegada de los novios.
No hay viaje
sin accidente o al menos sin incidente. Llegaron los novios y con gran algarabía empezaron a posar para y
con los japoneses. Nosotros seguíamos sin perder detalle de la película
feliniana que teníamos ante nuestros ojos, cuando llegó nuestra guía, y al darnos
la vuelta para ir hacia ella, no vimos unos bolardos de hierro macizo colocados con bastante mala leche para
impedir que los coches entraran en la plaza. Yo pude esquivarlos pero Miguel
no, así que tropezó en uno de ellos y cayó al suelo ¡plaf!. Los invitados con
sus trajes anticuados, los niños con mocasines, las niñas con lazos, los novios
y sobre todo los japoneses de ojos rasgados, orientaron sus miradas y sus Nikon
hacia nosotros y probablemente, en estos momentos, Miguel, el bolardo y yo andemos por la red de redes, o colgados en
el muro blanco de alguna exposición de fotografías en Tokio, Seúl, Pekín, Toledo
o Talavera de la Reina. No
pasó de un buen susto.
Malheridos en
nuestro honor (da mucha latxa que tanta gente te vea rodando por los suelos)
recorrimos Toledo. La judería, la plaza de Zocodover, Museo del Greco, Sinagoga
del Tránsito, Sinagoga Santa María la
Blanca, Jesuítas, el Alcázar, San Juan de los Reyes, Santo
Tomé, todo por fuera; comer regular, y
por la tarde lo mismo, pero todo por dentro. Hermosísimo. Unos vinitos, cenar fatal
y a “debajo del dosel” -por un rato me sentí Eugenia de Montijo junto a
Napoleón III-, aunque, sinceramente, tanta tela y tanto adorno no son
necesarios para dormir. Las cosas sencillas distraen menos.
Dejamos
para el domingo el interior de la
Catedral y el SPAnish. Nos dejamos de chorros y baños turcos, saunas y bilis, y nos
decidimos por Reflexología Podal
que, como todos sabéis (copio del diccionario) es la práctica de
estimular puntos sobre los pies, basada en la creencia pseudocientífica de que tendría un efecto benéfico sobre
otras partes del cuerpo, o de que mejorará la salud general. La reflexóloga (en nuestro caso) podal, aplica presiones
sobre el pie de una persona, el cuál presuntamente está dividido en un cierto
número de zonas reflejas correspondiendo a todas las partes del cuerpo. Facilita
la obtención de energía vital, ayuda a estimular el sistema inmunológico y crea
un cuerpo más fuerte y una mente más tranquila.
Pues, la verdad, ¡una gozada!, así que con esa energía
vital, ese cuerpazo fuerte pero ligero, ingrávido y con esa mente tranquila,
positiva, optimista… salimos a andar por Toledo con la sensación de que nuestro
caminar no era tal, de alguna manera no tocábamos suelo, no sentíamos los
adoquines ni los guijarros, ni los incontables bolardos, las callejuelas se
anchaban a nuestro paso y las agujas flamígeras de la Catedral se hacían mas
afiladas y altas.
¿Qué no os lo creéis?................ Pues hacéis bien, porque
la sensación de bienestar no duró más de lo que duró la sesión de reflexología
y después del volver a recorrer Toledo unas veces andando y otras veces en tren
(txu-txu) mis pies empezaron a sentir de nuevo todo el peso de mi cuerpo, ni
tan liviano ni tan gentil como la propaganda me hizo creer. He de reconocer que
la mente sí que estaba bien, el optimismo y la euforia nos acompañaron toda la
mañana y no sé si por eso o porqué, pero lo cierto es que comimos muy bien, tan
bien que un minuto más en el restaurante y una carrera más lenta hasta el Hotel
para recoger las maletas y hubiéramos perdido el Ave hacia Madrid.
Viaje de vuelta normal,
relajados en el tren, los típicos bostezos postpandiales (y
“postbebiables”), apacible siesta y regreso a casa.
Ya solo me queda daros las gracias, las mías desde luego,
pero sobre todo (él me insiste) las de Miguel ya que según él, no había hecho
nada para merecer esto. Gracias mil de
los dos.
Lo prometido es deuda, va todo con pelos y señales, no me
he dejado casi nada en el tintero. Solo necesitáis una buena dosis de paciencia
para aguantar el rollo…
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