martes, 29 de mayo de 2018

Messiaen Cuarteto para el Fin de los Tiempos

Dios y los pájaros en un campo de concentración
El pasado viernesestuve en una audición guiada de el “Quatuor pour la fin du temps (Cuarteto para el fin del tiempo)” del compositor francés Olivier Messiaen (Aviñón, 10 de diciembre de 1908 - Clichy, Île-de-France, 27 de abril de 1992 ), estamos pues en el ciento diez aniversario de su nacimiento, y es lo que voy a compartir hoy con vosotros. Compositor, organista, pedagogo y ornitólogo . Tanto su fascinación por el hinduismo, su admiración por la naturaleza y los pájaros, su profunda fe cristiana y su amor por el color instrumental, fueron primordiales para su formación como persona y artista. No voy a hablar por tanto ni de naturaleza ni de pájaros, ni de lo bella o cruel que puede ser la vida, él lo hace con su música.
Leo en Cinquentopía que Messiaen tenía 31 cuando su Francia entró en la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento comenzaba a ser ya conocido en determinados círculos artísticos. En junio de 1940 fue hecho prisionero por los alemanes y enviado al campo de reclusión de Görlitz.
En el campo de prisioneros Olivier Messiaen entra en contacto con tres músicos profesionales, un violinista, un violonchelista y un clarinetista. Para ellos, para lo que tiene, compone el Cuarteto para el fin de los tiempos,
El cuarteto de Olivier Messiaen se estructura en ocho movimientos y refleja con claridad dos de las grandes influencias que tuvo el compositor francés a lo largo de su trayectoria: su catolicismo y su obsesión por el canto de los pájaros como material sonoro. Los nombres de los ocho movimientos están inspirados en el libro del Apocalipsis de la Biblia. Sé que me alargo un poco, pero añado las indicaciones que el propio compositor incluyó en el prólogo de la partitura, son:
I.- Liturgia de cristal; Entre las tres y las cuatro de la mañana, el despertar de los pájaros: un mirlo solitario, puede que el ruiseñor, rodeados por un resplandor sonoro, un halo de trinos perdido en lo alto de los árboles. El silencio armonioso del Cielo.
II.- Vocalise para el Ángel que anuncia el Juicio Final: La primera y la tercera parte evocan el poder de un colosal ángel. Con arco iris sobre su cabeza y vestido de nubes; un pie en el mar y el otro en tierra. La sección central son las armonías impalpables del cielo. En el piano, cascadas dulces de acordes azules-anaranjados, que encierran en sus lejanas campanadas la canción imperceptible y llana del violín y cello.
III.- Abismo de los pájaros; El abismo es el Tiempo. Con su tristeza, con su cansancio. Los pájaros son lo opuesto al Tiempo; son nuestro deseo de luz, de estrellas, de arco iris y de canciones.
IV.- Intermedio Scherzo. Con un carácter más personal que los otros movimientos, pero de alguna manera conectado a ellos a través de ciertos recuerdos melódicos.
V.- Alabanza a la Eternidad de Jesús; Jesús es la Palabra. Infinitamente lenta, una frase del cello magnifica con amor y reverencia la eternidad de la Palabra, tan delicada y tan poderosa, cuyo tiempo nunca termina. La melodía se extiende, se estira con majestad en una suerte de caricia distante pero inabarcable. «En el principio estaba la Palabra. Y la Palabra estaba con Dios. Y la Palabra era Dios».
VI.- Danza de furia para las siete trompetas; Rítmicamente es la pieza más característica de toda la serie. Los cuatro instrumentos al unísono, imitan trompetas y gongs (las seis primeras trompetas del Apocalipsis seguidas de sus terribles desastres. Después, la trompeta del séptimo ángel, anunciando la consumación del misterio de Dios). Valores agregados, ritmos aumentados y disminuidos. La música de la piedra, el formidable sonido del granito. Irresistibles movimientos de acero, monumentales bloques de rabia púrpura y borracheras de hielo. Hacia el final de la pieza, se escucha especialmente el terrible fortissimo en el tema aumentado y los cambios de registro de las notas.
VII.- Confusiones del arco iris para el ángel que anuncia el fin de los tiempos; Aquí aparecen ciertos pasajes recurrentes del segundo movimiento. El ángel aparece con toda su fuerza, y en especial el arcoíris que le cubre (el arcoíris, símbolo de paz y sabiduría, con toda su vibración luminiscente y sonora). En mis sueños, oigo y veo acordes y armonías ordenados, formas y colores reconocibles; después, tras esta etapa de transición, paso a través de lo irreal y sufro, en éxtasis, una batalla; una compenetración espiral de colores y sonidos sobrehumanos. Las espadas de fuego, la lava azul y naranja, las estrellas imprevistas: ¡ahí está la red!, ¡ahí están los arcoíris!
y, VIII.- Alabanza a la inmortalidad de Jesús. Largo solo de violín, contraparte del solo de violoncelo del quinto movimiento. ¿Por qué esta segunda alabanza? Se refiere especialmente al segundo aspecto de Jesús, Jesús el Hombre, la Palabra hecha carne, la inmortalidad alzada tras la comunicación de su vida. Es todo amor. Su lento ascenso hacia el agudo más extremo es el ascenso del hombre hacia su dios, el hijo de Dios hacia su Padre, el ser hecho divino hacia el Paraíso.
El estreno de la obra tiene lugar el 15 de enero de 1941 en el propio campo de concentración, ante alrededor de 5.000 prisioneros. Se desarrolla en un barracón prefabricado, a una temperatura por debajo de cero grados, con un violonchelo que únicamente conservaba tres cuerdas y un piano al que le faltaban unas cuantas teclas. La acogida por parte del público fue extraordinaria.
El Cuarteto para el fin de los tiempos de Olivier Messiaen es la mejor prueba de que el ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor casi al unísono.
Os dejo con la misma versión que escuchamos el viernes, a de Weithaas (violín), Gabetta (Chelo), Meyer (clarinete), Chamayou (piano). Seguramente no os dejará indiferentes.
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Olivier Messiaen (1908-1992: Quatuor pour la fin du temps (1941) Antje Weithaas, Violine / Sol Gabetta,…

miércoles, 23 de mayo de 2018

Marcha Fúnebre de Sigfrido - Wagner


Pasan los días y pasan los meses y yo paso los unos y los otros a veces  paseando y a veces en absoluto reposo. Hoy toca pasear. La Ciudadela  en esta bonita mañana de la segunda mitad de la primavera, se renueva. Las encinas, verdes todo el invierno, van añadiendo brotes a sus ramas, los robles de un verde casi transparente, se van poniendo sus mejores galas;a  un grupo de chopos, no sé si heridos por el rayo, o tal vez en su mitad podridos…. ni las lluvias de abril ni el sol de mayo han conseguido hacerles asomar algunas hojas verdes…así que  no están, los han talado, en su lugar,  cinco o seis abedules empiezan a crecer y en poco tiempo me harán olvidar que ese sitio era de los chopos. Las falsas acacias lucen ya sus cuajados ramilletes de flores blancas.
Además de los jóvenes abedules, hay nuevos inquilinos en la Ciudadela y algunos nuevos: seis o siete ginkgo biloba y tres pinos pinsapo y digo nuevos porque, que yo sepa en la Ciudadela no había hasta ahora ni de los unos ni de los  otros.
Una pareja de tordos, estorninos, mirlos? (chi lo sa…¡¡¡ Quién me enseñará a distinguirlos?), coquetean descaradamente sobre el césped húmedo por el rocío y escucho música y la música me distrae de lo que ven mis ojos o tal vez sea al revés, las cosas bellas que ven mis ojos, me alejan de lo que escucho. Sea como fuere capto belleza: la música?, la naturaleza?
Hace 205 años que nació Wagner y escucho su música, concretamente “Las marcha fúnebre de Sigfrido”, incluida dentro de la ópera “El ocaso de los dioses” (Götterdämmerung), de la tetralogía “El anillo del Nibelungo”.
Leo algo sobre esta Marcha Fúnebre en la revista Jot Down: “Es la representación sonora de la muerte del héroe Sigfrido. Tras un inicio sutil e inquietante… Wagner nos sumerge en un carrusel de altibajos grandilocuentes donde palpitan algunos de los momentos sonoros más bellos y estremecedores jamás creados por este compositor. …Es una pieza emocionalmente intensa hasta la extenuación, donde hay varios instantes de clímax fabulosamente enlazados por pasajes intermedios que en ningún momento parecen accesorios, ya que todas las partes de la pieza se van sucediendo de manera perfectamente natural. La marcha fúnebre se inicia y se cierra de manera suave, pero para cuando finaliza Wagner nos ha elevado a los cielos por lo menos en un par de ocasiones. Por cierto, varios pasajes han sido utilizados con mayor o menos fortuna en el cine, como en la fantástica (y bastante infravalorada) Excalibur o aquella versión temprana de El hundimiento que fue Los últimos diez días de Hitler, protagonizada por Alec Guiness. Lo dicho”. Ahí la dejo, en la versión de la Staatskapelle de Berlín, bajo la dirección de Daniel Barenboim en los Proms de Londres 2013.