Jeux d' eau a la villa d' Este
Cuarto día de San Fermín. Después
del Encierro, paseo por la Vuelta del Castillo, impecable, absolutamente
limpia, su cuidadísimo césped acoge el merecido y necesario descanso de algunos peregrinos, no de los del
Camino de Santiago –que igual también- sino de los Peregrinos de la Noche. Los empleados
municipales se han puesto de su parte y han tenido la deferencia de no regar y
hasta da la sensación de que “han ahuecado” el verde colchón. También los
árboles colaboran con su sombra: los almeces, los negundos, o los hermosos
cedros del Atlas y del Hilalaya, que de ambos hay, o las secuoyas, o los bellos
olmos supervivientes a la grafiosis,
algunos robles alóctonos, que no acaban de adaptarse al Parque, y un cielo de un azul , que hace presagiar un
bello día.
Y música¡¡¡ Y escucho a Liszt, el
gran Liszt, probablemente uno de los primeros músicos en tener un club de fans…
el primero en acuñar un término, La “Lisztomanía”, también conocida como fiebre
Liszt, término empleado para describir
el frenesí de los seguidores dirigido hacia Franz Liszt durante sus
actuaciones, acuñado realmente por
Heinrich Heine en un folletín el 25 de abril de 1844, analizando la temporada
de conciertos de dicho año en París y que se caracterizó por los niveles
intensos de histeria demostrados por los seguidores.
Y qué he escuchado? Algunas de
sus “Veladas Musicales” y su “Jeux d’eau a la Villa d’Este”, (Juegos de Agua, o
Fuentes, de la Villa de Este). La representación del agua forma parte
fundamental del arte en todas las culturas. Liszt lo hace en esta obra,
perteneciente a su Tercer cuaderno de ”
Años de Peregrinaje” (su cuarto número), un conjunto de tres suites para piano
solo, inspirado en las experiencias de sus viajes. Posteriormente el compositor
vasco Maurice Ravel se inspiró en ese número para componer su “Jeux d’eau” .
"Les jeaux d’eaux à la Villa
d’Este, fueron compuestos en 1877 e incorporados al tercer cuaderno de «Años de
peregrinaje». Leo por Internet que es un
tema varias veces presente en la escritura pianística; pero Liszt no se queda
en la mera descripción, sino que más allá se percibe una intención lírica que
trasciende la obra. Es cierto que con esta obra vuelve a la opulencia y
untuosidad de la cumbre de su carrera; sin embargo, el virtuosismo aparece como
transfi gurado, puesto al servicio de un impresionismo que cautiva y de la
expresión de una emoción interna. Propongo su escucha en la versión del
viejecito (ya fallecido) gran pianista chileno, Claudio Arrau.
A disfrutar
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