El viento del norte ha entrado en
la ciudad. Se ha colado sin previo aviso y, mientras camino contra él, siento como si una pantalla
transparente me impidiera avanzar. Inclino el cuerpo hacia adelante y balanceo
los brazos tratando así de vencer esa fuerza poderosa.
Miro al cielo que por momentos se vuelve azul, liberándose de las nubes que durante tantos días lo han ocupado y liberándome
a mí de la lluvia pertinaz que me deja
los pelos de aquella manera y que ha
anegado el césped de la Vuelta del Castillo
convirtiéndolo en una especia de esponja suave que se hunde bajo mis pies.
Escucho a Cecilia Bartoli en el
Aria Sposa,
non mi conosci de Geminiano
Giacomelli, aria compuesta para la voz de un castrado y tomada de su ópera
“Merope” . Tengo la sensación de que ahora camino a favor del viento.
Cuenta Laia Barber como , para mitigar la tristeza crónica de
Felipe V de España, durante dos décadas, noche tras noche, Farinelli cantó las
mismas arias al monarca.
Durante los siglos XVI y XVII la
Iglesia católica prohibió a las mujeres cantar en las iglesias y la prohibición
se extendió a los grandes teatros del barroco.
Se comenzó así a practicar la
castración a niños entre siete y doce años, reservando la voz infantil para el cuerpo del
adulto en el que el castrati se convertiría, con el consiguiente aumento de
capacidad pulmonar. Los conservatorios de Nápoles fueron transformados de
orfanatos a fábricas de castrati que eran enviados a las cortes de toda Europa.
Durante casi tres siglos se
mantuvo el gusto y la devoción por los
castrati. Su voz y androginia servía a las mil maravilla para los roles
masculinos y femeninos.
El Romanticismo en su búsqueda de
veracidad, terminó con este excéntrico
uso y espantosa costumbre cuando en Italia, José Bonaparte, a instancias de
Napoleón estableció la pena capital para quien practicara la castración.
En teoría, alrededor de 1861 la
Iglesia dejará paulatinamente de solicitar castrati para su coro Sixtino y en
1902 el papa León XIII prohíbe definitivamente que canten en el coro, último
bastión de tales voces en ese momento.
Alessandro Moresschi, fallecido
en abril de 1922, está considerado como el último de los castrati en la música
occidental.
Os dejo con el viento a favor y
con Cecilia Bartoli interpretando el Aria Sposa, non mi conosci , de Geminiano
Giacomelli, haciendo gala de todos sus
recursos vocales. Como siempre, a disfrutar.
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